Crítica
Público recomendado: +12
Casablanca (Marruecos) no es lugar del que esperemos recibir una reflexión sobre el rap. Y es lo que nos entrega esta película, un conjunto de reflexiones sobre el hip hop y rap como medio de expresión ante las dificultades de la vida, ante la asfixia que provoca una política y una religión omnipresente, micro reguladora de todos los espacios de la vida; rap e hip hop como herramientas de crítica y cambio social.
La historia es muy sencilla: Anas entra en la plantilla del profesorado de una academia estatal de arte, para enseñar a rapear. Los alumnos -de lo más variado- comparten las dificultades de su lugar de origen: marginalidad, estrecheces económicas, estructuras familiares machistas y visiones estrechas de la religión que limitan y encorsetan la expresividad de los jóvenes.
El profesor, duro y distante al principio tiene que lograr que sus alumnos sean auténticos en su expresión y que más allá de la forma artística elegida, sus letras reflejen el sentido de sus vidas y la posición que ellos toman en la realidad que les rodea, su familia, la sociedad, la política, la religión. Su labor no será fácil, ni por la propia escuela ni por la sociedad. Los alumnos, a pesar de sus diferencia de vestido y de mentalidad, hablan y discuten largamente sobre las limitaciones a la libertad de expresión, sobre el sentido y necesidad dela rebeldía y sobre el papel de la religión y de las autoridades religiosas, así como del control social ejercido por padres y hermanos en el caso de las chicas. Todo ello con un gran sentido del equilibrio, dejando siempre claro que el baile hiphop y el rap no son armas antireligiosas y que son compatibles la fe con el compromiso social del artista.
El elemento de reflexión omnipresente en la película es su virtud y su vicio. El guion es muy plano, le falta tensión dramática, y aunque el papel de Anas Bousbasi es más que digno, deja mucho sin contar de lo que podría haber sido una caracterización completa del personaje. Cuando puede salir algo del pasado del personaje, nos quedamos con varios interrogantes sin responder. La tensión que se advierte que está lista para estallar lo hace demasiado tarde, y un modo excesivamente controlado, como si no quisiera asumir riesgos.
Pablo Gutiérrez