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Disco, Ibiza, Locomía

Crítica

Público recomendado: +18

Disco, Ibiza, Locomía, dirigida por Kike Maíllo (Eva, Élite, Toro), narra el culebrón de éxito, traiciones, celos, anarquía, homofobia y olvido de Locomía, el grupo pop y electrónica español que triunfó en los 90. Lo hace desde el biopic, el drama y la comedia, sin atreverse a explorar a fondo ninguno de los géneros: se deja atrás actuaciones, acontecimientos y diálogos que nos permitan profundizar en los artistas, pasa de puntillas por diferentes escenas del conflicto sin traducir bien las causas y el desenlace, y en cuanto a comedia, apunta un par de capítulos que más bien ridiculiza a unos padres preocupados por su hijo o pone en evidencia de manera un poco ñoña que casi ninguno de los chicos sabía cantar.

Ya conocíamos la tragicomedia musical por el documental Locomía (Jorge Laplace, 2022), producido por Movistar Plus+, solvente, entretenido y verosímil, gracias a los recursos y estructura que utiliza: entrevistas sin filtro a los protagonistas (Xavi Font y José Luis Gil), retrato social y cultural del país, acercamiento al líder de Locomía, ponderación de egos, escena musical de los años 90.

En 1987, Xavi, Lurdes y Manuel aterrizan en Ibiza para abrirse camino en el mundo del arte y sobre todo, para ganarse la vida vendiendo las prendas diseñadas por ellos mismos: zapatos de punta, abanicos, camisas y chaquetas con impresionantes hombreras, kimonos. Xavi Font, fundador de Locomía, se siente llamado a algo muy especial que solo tiene él: es consciente de su virtuosismo, originalidad y genialidad y está dispuesto a explotarlo, asume el liderazgo del grupo. Deseosos de exhibir sus diseños y coreografías, se cuelan en la famosa discoteca KU, donde conocen a Juan Antonio Fuentes, que adoptarán como el cuarto componente del grupo. Aunque la banda musical original que se formó al firmar el primer contrato con Gil (presidente de Hispanovox) eran Xavier, Luis, Manuel, Carlos y Lurdes, Locomía era un grupo de 16 personas que convivían, creaban, bailaban, se drogaban y relacionaban juntos, a lo comuna ibicenca.

Kiko Maíllo usa el flashforward para narrar la historia, y nos sitúa en una reunión que congregará a los cinco componentes de la banda (Xavi, Lurdes, Manuel, Carlos, Luis) con José Luis Gil y el tour manager de los chicos, y la mediadora legal irá escuchando a cada uno de ellos, de modo que el punto de vista narrativo varía, punto que genera dinamismo y pluralidad.

En el guion no es sólido ni íntegro, da la impresión de que quieren abarcar toda la historia de principio a fin y el resultado es un relato a trompicones de las diferentes etapas que vivió el grupo, falta de información en el proceso y diálogos rígidos y artificiosos con poca profundidad, carentes de matices, lo que desencadena en una interpretación algo insípida, precisamente porque los actores no tienen matices a los que agarrarse ni ángulos psicológicos en los que apoyarse. Aun así, Alberto Ammán sorprende en su mimetización con el manager mientras que Jaime Lorente aguanta bien la expresión de un soberbio Font y Blanca Suárez aporta frescura y seguridad. La puesta en escena carece de fuerza y creatividad, tratándose de un grupo tan insólito como extravagante.

Rosa Díe

https://www.youtube.com/watch?v=v4U3_7UPVig

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