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Domino

Caratula de "Domino" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Siete años después de su última cinta, Brian de Palma, director de Scarface, Carrie, Los intocables de Eliot Ness o Misión Imposible, regresa con un thriller policíaco dibujado a medias tintas. Dentro de una filmografía de prestigio, la película parece estar a medio fuelle: por varios frentes se insufla, pero la estructura resultante es flácida y, en cierta forma extraña, tosca. No obstante, la experiencia de visionado de Domino no deja de resultar interesante.

Christian (Nicolaj Coster-Waldau, Juego de tronos) es un agente de policía que persigue por Dinamarca al asesino de su compañero, en una trama que involucra al ISIS y las ejecuciones de los cristianos coptos. Pese a tratar un tema de relevancia y que requiere de un cierto compromiso con lo real, lo cierto es que el enfoque es descaradamente caricaturesco y poco comprometido. En este sentido, tenemos una trama de buenos persiguiendo a malos y malos persiguiendo a buenos que no aporta una reflexión ulterior. Con personajes monigote que van y vienen y se persiguen de un país a otro, hasta llegar a Almería, donde la película ofrece una, cuanto menos curiosa, secuencia en una plaza de toros.

Más allá de un enfoque sociopolítico o de entretenimiento (la cinta cumple sus funciones de thriller desgraciadamente bastante convencional, incluso en ocasiones se deduce un montaje apresurado y sin cariño), lo que más interesante resulta de Domino es lo que respecta a la cuestión cinematográfica. Tanto por el contraste entre una extraordinaria batuta y una historia pobre (acompañada de poco agraciadas circunstancias de producción) como por ciertos destellos que hacen que la película resulte disfrutable en tanto que mapa del tesoro en el que encontrar, como un explorador privilegiado, las huellas de De Palma: desde las reflexiones metacinematográficas (en ocasiones tan explicitadas que parecen ir directas a denostar la propia película) y la relación espectador / pantalla (que incluyen una curiosísima escena de una ejecución en un festival de cine en Holanda que junta POV con pantalla dividida y una mirada al rostro de la ejecutante), hasta la propia forma, con varias secuencias de suspense y acción realmente interesantes y fuera de norma, que denotan de forma indudable la potencia de un auténtico maestro de la puesta en escena.

Con todo, Domino no es, en sí misma, un thriller apasionante; no es una reflexión sociopolítica interesante; y todo en ella desprende un aroma de insuficiencia y desinterés desde la propia ejecución. Sin embargo, estamos delante de un interesante ejercicio cinematográfico que no deja de sumarse al infinito puzzle que De Palma nos regala con su vocación y su filmografía, y que, especialmente en esta ocasión, trasciende las barreras de la pantalla para hablarnos de la realidad más allá de la sala de cine, aunque sea para evidenciarnos una pérdida de gas cuyas causas se escapan totalmente a nuestro juicio, como meros espectadores que somos.

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