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Dos buenos tipos

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Detrás de Dos buenos tipos hay dos nombres fundamentales para entender el cine de acción de los años 80, Joel Silver (productor) y Shane Black (director pero sobre todo guionista). El primero puso en marcha éxitos generacionales como Límite 48 horas, Commando, Arma Letal, Depredador o Jungla de cristal. El segundo ha escrito los guiones de títulos como los de toda la saga de Arma Letal, El último Boy Scout y El último gran héroe. En su día fue el guionista mejor pagado gracias al libreto de uno de los fracasos más formidables del Hollywood de los noventa, Memoria Letal y como director, no ha sido, en general, más recibido con cintas como Kiss Kiss, Bang Bang, Iron Man 3 (la mejor de la trilogía) y el anunciado regreso a la saga Depredador con The Predator.

A la espera de ver qué pasa con esta última, si uno se fija mínimamente en las películas de Black pronto advertirá que todas son eso que llaman los americanos, budy movies, es decir, películas de colegas en las que dos personajes más o menos dispares se ven obligados a trabajar juntos.  Esa era la base de Arma Letal, pero también la de El último gran héroe o incluso de Iron Man 3, que era una budy movie disfraza de película de superhéroes. No es de extrañar por tanto que una propuesta modesta (50 millones de dólares), filmada a título personal y con las expectativas justas sea exactamente eso, una budy movie.

El film, situado a finales de la década de los 70 en Los Angeles, nos cuenta las pesquisas que llevan a cabo dos investigadores dentro de la industria del cine para adultos en torno a la desaparición de una joven actriz. Dos buenos tipos es lo más parecido a un relato de Raymon Chandler pero con palabrotas, infinidad de referencias sexuales, violencia y mucho sentido del humor, tanto, que ni ella misma se toma demasiado en serio.

De hecho, el título de la cinta, Dos buenos tipos, da justo en el clavo porque ni Jackson Healy (Russell Crowe), ni Holland March (Ryan Goslyn) son dos buenas personas, ni si quiera son dos buenos profesionales. Sin afeitar y la ropa sin planchar, tanto uno como otro son personajes maleducados y malhablados que venderían a su madre por un vaso etrusco y sin embargo, son dos buenos tipos. No tienen nada parecido a una ética moral, son cobardes y su concepción de la justicia está cogida por los pelos pero al fin y al cabo, son los únicos que terminan luchando por lo que es justo. De modo que sin ser dos buenas personas, sí que son dos buenos tipos, con todo el reguero de imperfecciones que les acompañan allá por donde donde van.

Ramón Monedero

 

 

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