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Eat that question. Frank Zappa in his own words

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Me perdone Frank Zappa, que espero esté oyendo lo que “ni el oído oyó” (1 Cor 2, 9) si lo primero que hago es contradecirle.

Soy un partidario total de las categorías, de las distinciones, y sobre todo de los límites, de los vallados y cercas, si es preciso. A Zappa no le gustará, pero lo hago confiado en su utilidad y convencido de que responde a una importante necesidad humana. Espero obtener su benevolencia al decir que Frank Zappa in his own words está en la categoría de los buenos documentales.

Dividir los documentales musicales entre buenos y malos es la categorización más democrática, más al alcance de cualquiera; es la eliminación de las jerarquías y de las aristocracias críticas. Pero socialmente más útil puede ser la clasificación de aquellos documentales producto dirigido única y exclusivamente a los fans frente a aquellos que están pensados, no para los fans sino para un público más amplio. Estos últimos documentales necesitan tener algo que decir: unas veces será que se trata de grandes artistas pero desconocidas (A veinte pasos de la fama); otras veces, que hay una historia humana bonita, que debe ser contada (Anvil, Michel Petrucciani); otras que hay una agradable sorpresa (Searching for Sugar Man); otras son historia que, al igual que los cuentos Grimm, cada nueva generación tiene derecho a que se le vuelva a contar una y otra vez (No direction home, Living in a material world, Eight days a week, Marley). Todas estas ganan a los documentales para die-hard fans como Never say never (sobre Justin Bieber), Oasis: Supersonic. Repito, Sr. Zappa, con estas categorías solo vengo a decir: buen documental le han hecho.

Eat that question: Frank Zappa in his own words pertenece a este segundo grupo: tiene algo que decir, no solo repetir a sus fans lo que estos ya han oído. No me suelo encontrar fans de Frank Zappa en el café de las 10:30 y su música no me ha dicho nunca nada; ni antes del documental ni después, pero él fue un tipo interesante. Por eso el título de la cinta, sensatamente, no alude a “his music” sino a “his own words”.

Zappa fue un vanguardista y polifacético músico de rock que desarrolló su carrera en una curiosa posición, con una libertad e independencia de modas, tendencias, presiones de la industria, verdaderamente notable. Crítico, mordaz, autor de letras escandalosas (sobre todo para la época), era una personalidad mucho más compleja que la del mero artista que, ante la falta de recursos y de talento, busca la provocación por la provocación. Podría decirse que fue un hombre fiel a sí mismo, si esto no fuera una soberana estupidez; pero vale decirlo: un hombre coherente en su concepción del arte y de la música y en su resistencia a salirse de un camino que él veía trazado ante sí y que nunca dudó en emprender, ni se arrepintió de haber tomado.

El documental trascurre jalonado básicamente por las entrevistas que, a lo largo de tres décadas, hasta su muerte en 1993, le fueron haciendo. Y aquí es donde se nos muestra el hombre: se toma en serio las cuestiones, aunque sepa responderlas con humor, brillante habitual, con desdén a veces, pero sin pedestales ideológicos ni condenas absolutas. Aborda cuestiones importantes: censura, creatividad, lenguaje, política, religión. Independiente, sin casarse con nadie, ni de izquierdas ni de derechas, fue claramente antirepublicano y antireagan. Pero nos hallamos ante un hombre que nunca fue mascota domesticada por los media, ni artista cuidado al calor de la subvención, como tantos otros que han escondido su falta de genio buscando los pechos nutrientes del establishment de lo políticamente correcto. Zappa era algo distinto de tantas veletas que giran a la expectativa de estar in.

Trabajó incansablemente, experimentó continuamente, arriesgó siempre; del rock a la música clásica, hasta con la Filarmónica de Londres… chapeau. Pero tengo un pero que, a un tipo que se toma tan en serio la música, no le importaba oír, o lo que es lo mismo, le importaba tres higas. El resultado de su música fue bastante discutible, al menos, en términos de popularidad. Su público fue siempre minoritario, y su figura, su leyenda, su aura, fue tan importante o más (mucho, muchísimo más, sin lugar a dudas) que su obra musical. Y si no, vale retar a cualquiera a que tararee dos compases de su entera discografía (más de 60 discos). Imagino que alguien pueda hacerlo, pero ya no me imagino a un oyente capaz de reconocerlo. Se puede ser experimental y arriesgado, como Zappa, pero el jurado final es, se quiera o no se quiera, el público. Su decisión, inapelable. Y el jurado no valora ni el riesgo, ni el mérito. Estos se anotan en el haber de la figura, del mito, pero the song remains the same, ¿no era eso?

Pero esto me sirve para afianzar el verdadero valor del documental, que es Zappa, no su música, sino él. Un artista que tiene una concepción de la vida y del arte: sus respuestas son sensatas, discutibles siempre, pero detrás de ellas hay un hombre que piensa, que lucha y que se expone, él junto a su obra. Un transgresor que se encuentra casado y con cuatro hijos.

Un balance muy distinto al que nos dejó, hace dos semanas, el documental sobre Oasis, en los que parece que, tras una buena música, nos encontramos unos tíos que nada tienen que decir. Ni falta que hace, dirán muchos, y lo dirán con razón. The song remains the same.

Pero como se trata de documentales, donde la buena música de Oasis no hizo de un intrascendente documental algo destacable, aquí la música de Zappa no obstaculiza, sino que posibilita un gran documental.

 

 

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