Crítica
Público recomendado:
Saturada de enérgico y pujante romanticismo, llega a nuestras pantallas otro gran anime, El amor está en el agua. Narra la bellísima historia de amor, encuentros predestinados, urbes portuarias, entre la surfista y futura oceanógrafo Hinako y el generosísimo bombero Minato. El romance avanza grácil y grato, inverosímil por perfecto. Tortillas de arroz y café, tan sabrosos. Candados de corazón en los puentes. Marsopas sin aletas, marsopas negras, simpáticos cetáceos odontocetos. El monte Fuji, en lontananza, simbólico. Navideños rascacielos, con su inevitable mirador, al clásico estilo de Tu y yo de Leo McCarey. Todo hermoso (y hermoseado) hasta que sobreviene el mazazo. Las olas se tragan al amado.
Lastimada hasta el extremo, nuestra protagonista anhela reencontrarse con el ser amado. Tras la pegadiza y predilecta canción de ambos, él se le aparece en cualquier manifestación acuosa. Después de referirnos la forja amorosa, lo imposible se hace carne cinematográfica. Alternando romance, comedia y drama, el director de la cinta, Masaaki Yuasa, introduce elementos mágicos, oníricos y fantasmagóricos, llevando a cabo una poderosa reflexión, especialmente esplendorosa, sobre la pérdida y la importancia de superar el intolerable dolor que ésta conlleva. Elaborar el duelo, vivir con razonable decoro el luto y, finalmente, la necesidad de subirte a la ola y proseguir tu camino. Sin olvidar al amado.
Animación fluida y minuciosa, desmedida por instantes, influjos cubistas e impresionistas, realista en interiores, conceptual en exteriores, nos vienen al recuerdo momentos de Your Name, Sueño de amor eterno (Henry Hathaway) o, desde luego, Ghost. El amor está en el agua, cinta muy laudable, sobre todo durante su primera mitad, con personajes sólidamente perfilados, incluso los secundarios. Nos llevamos, tras hora y media de metraje, una historia cercana y bien planteada, equilibrando atinadamente lo cómico con lo dramático, aparte de perdurar en nuestra memoria su perspicaz y filosa elucubración sobre el amor y el penetrante padecimiento que la pérdida del ser amado provoca.