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El blues de Beale Street

Caratula de ""

Crítica

 

El Blues de Beale Street viene avalado por la nada despreciable cifra de 17 menciones entre premios y nominaciones en todo el mundo.

La Academia de Hollywood se ha fijado en este producto de gran nivel con tres nominaciones a los Óscar. La dirección ha corrido a cargo del cineasta afroamericano Barry Jenkins, recordado actualmente por la serie de televisión Queridos blancos. No obstante, este hombre alcanzó la fama con la película Moonlight, siendo uno de los directores que mejor ha reflejado la problemática en torno a la homosexualidad, no tratando el tema de manera frívola, sino profundizando en las dificultades que conlleva a la persona aceptar y comprender su situación personal.

Este realizador adapta la novela de James Baldwin, titulada If Beale Street could. Esta es la historia de una mujer coraje de esas que dan la vida por los demás, pues intenta llevar su embarazo a buen puerto, mientras intenta demostrar la inocencia de su novio, acusado injustamente de violación.

El trabajo con los actores es brillantísimo.  La iluminación, un tanto oscura, va en la línea del cineasta, que en este caso ha creado un ambiente claustrofóbico por momentos y le da a la producción un ritmo lento y pausado que invita a la reflexión. Sin embargo, en algunos momentos esta  técnica narrativa se convierte en un lastre, ya que le quita fuerza, en algunas escenas demasiado largas, a una producción de un enorme potencial. De hecho, podría llevarse la ansiada estatuilla por el mejor guión adaptado.

Centrándonos en los temas  importantes del largometraje,  el cineasta vuelve a mostrar su enorme sensibilidad para introducirse en el alma de los personajes. En este caso, nos cuenta la historia de dos prometidos; la actriz Kiky Lane  es la auténtica protagonista. El actor Stephan James da vida al protagonista masculino. Estos jóvenes tienen la intención de casarse como le pide, de algún modo, su fe en Jesucristo y su amor sincero. El realizador presenta la relación de estos chicos y sus promesas matrimoniales, mostrándolos como si fuesen una sola carne, pues aparecen juntos en las alegrías y en las penas; en la salud y en la enfermedad; todos los días de su vida, poniendo toda la carne en el asador, porque el chico se encuentra en una posición difícil por estar en la cárcel, lo que dificulta mucho la relación.

Por otra parte habría que destacar como la valiente protagonista y su novio (embarazados de penalti) apuestan por “la vida por pequeña que sea”,  donde algunos personajes secundarios como los abuelos dan una lección de lo que significa la defensa del inocente cuando se encuentra en el vientre de su hija. La llegada de esa criatura es percibida como un regalo de Dios y una enorme alegría para toda la familia. La banda sonora de música negra y la banda sonora original de Nicholas Bitrell van en consonancia con el nivelazo de la película.

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