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El contable

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: adultos

La venganza despiadada es el resorte que mueve la vida de Christian Wolff, personaje que interpreta Ben Affleck, con la que el oscarizado por Arbor se encarama a lo alto de la taquilla en Estados Unidos con el estreno de El contable, de Gavin O’Connor (El milagro, Cuestión de honor, Warrior …).

Aparte de la abundancia de peleas cuerpo a cuerpo y de tiros atronadores (por la verosimilitud y calidad del sonido) esta cinta del director estadounidense Gavin O’Connor se recrea en la justificación de la violencia más brutal ante los “malos”, sin caer en la cuenta de que la frontera entre unos y otros, en este caso otro, su justiciero, es tan evanescente como el papel de fumar.

Original en su inicio, con la cámara rodando las piernas de un personaje, mientras que camina esquivando cadáveres, El contable narra la historia de Christian Wolff (Ben Affleck: Daredevil, Pearl Harbor, El indomable Will Hunting…), un genio matemático supervisor de cuentas de empresas fraudulentas que compatibiliza este trabajo con el de asesino brutal.

A esta doble vida Wolff ha llegado desde pequeño, cuando su autismo impulsó a su padre, un mando militar del ejército norteamericano, a prepararle a él y a otro de sus hijos para asumir dolores físicos extremos, contratando a un experto en artes marciales para entrenarles.

La actuación de J.K. Simmons (Spiderman, Juno, The Ladykillers…) en el papel del perseguidor policial de Wolff es uno de los aspectos más relevantes de este filme, violento en extremo y que utiliza la venganza y la protección al débil (Dana, una secretaria contable que ha descubierto un desfalco empresarial por la que es perseguida por sicarios) como excusa para matar y asesinar al tiempo que dedica su actividad contable a empresas dirigidas por directivos mafiosos, con lo que quedan borradas las fronteras entre una y otras postura.

En este combinado violento que nos propone el director O’Connor con el guion de Bill Dubuque, hay espacio para algunas escenas histriónicas, como el encuentro de Wolff con su hermano y algunas otras que salpican el final del filme que, por otro lado, está arrasando en las taquillas norteamericanas.

Tan amantes de los datos y estadísticas, así como de denostar a personajes públicos mentirosos y adúlteros, los estadounidenses no parecen caer en la cuenta del vínculo existente entre la violencia en el cine y en la vida real, pues siguen consumiendo desaforadamente estas películas.

 

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