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El corredor del laberinto: las pruebas

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes 

El corredor del laberinto es una saga fílmica basada en los libros de James Dashner, que va de la mano de otras obras como Divergente o Los juegos del hambre en materia de género.

Las pruebas es la segunda parte de la saga, y presenta una modalidad narrativa totalmente distinta a la primera. Mientras que la primera película llevaba un ritmo lento y con pequeñas dosis de acción que no llegaban a resultar emocionantes, en esta segunda saga es difícil encontrar momentos en los que no haya música trepidante, planos rápidos y temblorosos, y movimiento a raudales. Desde el primer instante, la cinta no deja apenas espacio de calma entre las escenas, que se suceden con extrema rapidez.

El nivel técnico de la película no deja que desear. Como sus compañeras de escaparate, Divergente y Los juegos del hambre, se recrean mundos fantásticos a la perfección, con lugares inexistentes, personajes muy caracterizados, y batallas inacabables.

Los personajes de la trama coinciden también en gran medida con estas otras dos sagas literario-cinematográficas. Los protagonistas de esta historia deben pasarse la vida huyendo, peleando, sin confiar en nadie, en un mundo que es enemigo. Es, por tanto, otra historia de “supergente”; chavales que soportan una vida de infierno, una presión inhumana; que viven una vida sin sentido, en la que el objetivo principal (prácticamente el único) es sobrevivir. Y otra historia más en la que el hecho de que los protagonistas busquen sobrevivir como único objetivo resulta extraño, pues el mundo entero es enemigo; no hay razones para querer vivir en un mundo así, y, sin embargo, pelean.

La narración está dispuesta para que al espectador le llegue todo mascadito, de forma que no quede nada en duda, que todo sea fácil de entender. Esto se consigue mediante frases, movimientos y giros argumentales prototípicos, que no ofrecen complicaciones para la degustación. Por tanto, la forma narrativa del film se basa en un “no desenganchar” mediante emociones constantes, en lugar de en un “conquistar” al espectador. Resulta, como tantas otras cintas de cine comercial, un producto similar a la comida rápida: perfectamente diseñado, apto para casi cualquiera, y con poco nutritivo que aportar.

Cualquier paralelismo que la historia original pueda tener con la realidad (quizá a nivel político, ideológico, o como un retrato social) no puede aplicarse con esta cinta; está demasiado alejada del mundo, demasiado virada, forzada hacia un término: entretener, entretener y entretener. Y, muy probablemente, un principal deseo de hacer taquilla y ganar dinero. ¿Para qué la parafernalia de efectos visuales, música orquestrada, maquillaje y tiempo y esfuerzo de rodaje y posproducción?

El corredor del laberinto es una película apta para quien quiere pasar el rato con escenas trepidantes y sufrir en un constante tira y afloja entre la vida y la muerte de los protagonistas. Apta para ver, para olvidar y para poco más.

 

 

 

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