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El crack cero

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: Jóvenes

La trama de esta precuela de El Crack gira en torno a la muerte de un sastre, Narciso Benavides, cuyo cadáver aparece una madrugada frente al restaurante Mayte Comodore, en la madrileña plaza de la República Argentina. Tras una breve investigación, la policía concluye que se ha tratado de un suicidio. Pero Remedios (Patricia Vico), su amante secreta, está convencida de que se trata de un asesinato y contrata los servicios del detective Germán Areta para averiguarlo. Le ayudarán sus fieles colaboradores, Moro (Miguel Ángel Muñoz) y Moli (Luisa Gavasa).

Jose Luis Garci, que se despidió de la dirección con Holmes & Watson. Madrid days, decidió, a raíz de una conversación con la viuda de Alfredo Landa, retomar la saga sobre el detective Germán Areta con una precuela ambientada en el Madrid de 1975. Sustituir a Landa para ese personaje no era fácil, y Garci opta con acierto por Carlos Santos, más pródigo en series que en largometrajes y que aquí hace, probablemente, el mejor papel de su carrera.

Esta película es un gran homenaje, toda una celebración. Homenaje al cine negro del Hollywood clásico, a Alfredo Landa, al Madrid de la transición, a la novela negra americana, al fumador empedernido, al boxeo… y también un autohomenaje a la propia filmografía precedente de José Luis Garci. Hay tantas referencias cinematográficas, literarias y personales dentro de cada plano, que habría que detener cada fotograma para poder inventariar toda esa riqueza, todos esos guiños al universo cultural/afectivo del propio cineasta. Pero, como buena película de cine negro, también nos ofrece conflictos morales de envergadura, dilemas éticos profundos, y la complejidad de las soluciones ambiguas en las que el bien y el mal se amalgaman dolorosamente. Como telón de fondo está la muerte de Franco y el comienzo de una época llena de esperanza. Pero la tesis de la película lo deja claro: aunque cambie la política, la mezquindad del hombre permanece inalterable.

El Crack Cero está narrada con mucho clasicismo, como no podría esperarse de otra manera, con poco movimiento de cámara y un montaje invisible, limpio y muy eficaz. Casi todas las secuencias están rodadas en interiores, y los planos de transición de la Gran Vía madrileña son realmente memorables, y evocan ¿casualmente? las calles del Nueva York de tantas películas noir de los cuarenta y cincuenta. La fabulosa fotografía de Luis Ángel Pérez, con iluminación de tono bajo, nos recuerda por momentos a títulos como Forajidos o Perversidad… o tantos otros. Pero el gran acierto del film es el reparto, que funciona engrasado como un preciso engranaje, y que permite que en el film coexistan con naturalidad el romance, la sensualidad, el terror, la venganza, la frialdad, la ternura, la violencia y el perdón. Garci dice que esta película es de serie B. Será por el coste de producción, porque El crack cero es, sin duda alguna, de serie A.

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