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El doble más quince

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Ana, una médica que se acerca a los 50 años, casada y madre de dos niños pequeños, está en plena crisis existencial. No hay en ella ni razonamientos sobre su vida afectiva, ni sentimientos y ni tan siquiera pasiones vivas. Se mueve por aburrimiento, porque la monotonía de su vida la tiene desmotivada y busca algo que la haga sentirse viva. La película gira alrededor de los oscuros deseos de esa mujer, totalmente ajustada al pensamiento líquido actual.

Conecta con un chat sexual y establece relación con Eric. Se trata de un adolescente de 15 años, huérfano de padre, que vive solo con su madre, en una situación de precariedad económica. Compagina sus clases en el Instituto con un pequeño trabajo que le proporciona un poco de dinero, pero, como eso no es suficiente, se dedica a encuentros virtuales de sexo para ganar algo más. Ana decide quedar con él para conocerlo en persona y el muchacho accede porque la cita le supondrá mayores ingresos.

La escena de Ana conectando con el chat sexual y empezando a interactuar con el interlocutor al que no ve la cara es tan impostada que no despierta ninguna intriga por lo que vaya a pasar después. Pero si el espectador piensa que la película será así de floja, se equivoca. Desde ese momento hasta el final, el film no va a hacer más que empeorar.

El guion es flojísimo, con una sucesión de acciones forzadas, sin ningún hilo conductor lógico. Son como tópicos superpuestos que culminan en el diálogo con el conserje del hotel. Todo tan previsible que hasta da risa. El tema, a pesar de ser tan escabroso, resulta más patético que escandaloso.

En la jornada de paseo por Bilbao de la extraña pareja, todo es previsible, sin pies ni cabeza y bastante deprimente. Eso sin entrar en la cuestión de fondo de una cincuentona ahogando su insatisfacción con un adolescente.

Hay que reconocer que las escenas de sexo son discretas. Si se tratara de dos adultos podríamos decir que están rodadas con una cierta delicadeza, pero tratándose de una mujer madura utilizando a un niño para matar su aburrimiento, resultan inevitablemente desagradables.

Tampoco los diálogos entre ellos se sostienen. Pretenden ser reflexiones profundas, pero están construidos sin margen para la espontaneidad, a base de frases hechas y, como todo en el film, resultan torpes.

German Alcaraz está correcto en su papel de adolescente que no sabe si viene o va, pero Maribel Verdú ofrece un verdadero recital. Lo único realmente bueno de la película. Lo que sucede es que el personaje de Ana es tan endeble que el espectador no puede conectar con él ni aun con el gran trabajo de la actriz.

Una película para sí perdérsela.

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