Crítica
Público recomendado: +18
Franz Walter está a punto de ver cumplido su sueño de ser catedrático en una Universidad de la Alemania del este. Pero de momento es invitado a trabajar para el servicio de inteligencia exterior de la RDA. Pensando que es una situación temporal hasta poder acceder a la cátedra, acepta de buen grado, pues le supone ciertas ventajas económicas, como la de disponer de un apartamento espacioso en el que vivir cómodamente con su amada Corina.
Obviamente, su trabajo de espía implica un juramento de silencio sobre todas sus actividades y sobre cuantos documentos o informaciones pasen por sus manos, lo cual incluye también a su esposa, que no debe ni sospechar la doble vida de su marido. Para Franz nada de eso supone un problema, porque está de acuerdo con la ideología del régimen comunista. Sin embargo, cuando empieza a comprobar los bárbaros métodos que emplea la STASI para mantener el control y el poder sobre las personas, su conciencia empieza a rebelarse y siente cómo empieza a romperse por dentro. Hasta la relación de amor con Corina empieza a resentirse y la unión de confianza y comprensión entre ellos empieza a resquebrajarse irremisiblemente.
La trama avanza combinando escenas de la vida privada de Franz y de su trabajo como espía, con escenas de su comparecencia ante el tribunal que lo juzgó por revelación de secretos. Lars Eidinger (El profesor de persa. 2020), que lleva casi todo el peso de la película, hace un gran trabajo interpretativo, muy bien secundado por el resto del reparto, especialmente Louise Heyer, en su papel de Corina, y Devid Striesow, como Dirk Hartmann, el ambiguo superior de Franz, entregado al partido en cuerpo y alma, pero que no duda en asumir algunas corruptelas con tal de poder disfrutar de los productos de occidente en cuanto tiene ocasión.
La acción se desarrolla casi exclusivamente en interiores, en una atmósfera opresiva y claustrofóbica, en la que se combinan los colores pardos y grises, para crear un aspecto visual acorde, tanto con el ambiente oscuro de un régimen que ha convertido en legales los atentados a la libertad, la dignidad y la misma vida de las personas, como con el interior no menos sombrío de los personajes. Es tal la degeneración que existe, que ni tan siquiera quedan claros los límites entre víctimas y verdugos. Bajo la cúpula de un régimen inhumano, cualquiera puede ser capaz de una atrocidad o de una traición, solo para intentar quedar él a salvo. La STASI tiene todos los resortes del poder sobre las personas y carece de escrúpulos para actuar y mover los hilos como mejor le conviene.
La película es una más de la lista de producciones alemanas que han querido mostrar el criminal entramado totalitario que imperaba en la RDA, como La sombra del pasado (2018), de Florian Henckel von Donnersmarck, también con la participación de Lars Eidinger en el reparto, o, La vida de los otros (2006), del mismo director. Pero El espía honesto no puede considerarse una película histórica, si bien se inspira en hechos reales, en la triste historia del antiguo miembro de la STASI, Werner Teske, acusado de traición, que fue la última persona ejecutada en la República Democrática.
En palabras de Franziska Stünkel, aunque El espía honesto muestra el sistema político de la RDA y los métodos de la STASI, es una película de actualidad, pues en nuestro mundo de hoy, “las tendencias a sistemas totalitarios y dictaduras autoritarias están aumentando considerablemente”. La película es, pues, en cierto sentido, un aviso en defensa de la libertad y la dignidad humana, cada día más amenazadas.