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El espía inglés

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

El plano que abre este thriller de espías nos ubica en la Unión Soviética de Kruschev, durante uno de los muchos congresos del Partido. Nos desplazamos a lo largo de una fila de funcionarios que visten idénticos trajes negros con corbata, hasta detenernos en uno de ellos: lleva corbata negra con pinceladas rojas, sujeta con un pasador. Imagen elocuente. Escribe Ismaíl Kadaré en Spiritus: «la historia del comunismo, con independencia de la cantidad de países y de pueblos que lo habían experimentado, era uniforme». El comunismo nos quiere a todos iguales, por lo tanto, lo desigual debe ser aplastado.

Y aquí lo será. El dueño de la corbata medio colorada con pasador es Oleg Penkovsky (Merab Ninidze, ¡qué grata sorpresa ver de nuevo al georgiano en su salsa después de la anticomunista Arrepentimiento!), miembro del círculo cercano de Kruschev, quien ha decidido que el gobierno estadounidense debe enterarse de lo que planean hacer los soviéticos en Cuba. Una misión de altísimo riesgo que Penkovsky asume con estoicidad y prudencia al enviar un primer mensaje para acercarse a los americanos, y que estos se acerquen a él. La CIA y el MI6 reciben el mensaje: Penkovsky es una fuente valiosísima, habrá que contactarle de alguna manera que no levante sospechas. Entra así en la historia el vendedor estrella inglés, Greville Wynne (Benedict Cumberbatch), quien con su estatus de comerciante ordinario en la Europa del Este presenta la tapadera perfecta para ser el contacto de la fuente soviética. «No me digáis que estoy comiendo con… ¿espías?», pregunta divertido cuando le reclutan. Luego de ser instruido sobre lo que debe o no hacer durante su estadía —asumir que todos son de la KGB porque «cada ruso es un ojo del Estado» y comportarse como «un avaro capitalista»—, Wynne se convierte en el nuevo espía clave en la resolución de lo que se conoció desde entonces como la crisis de los misiles.

Limpia, precisa y mediana, The courier (Dominic Cooke, 2020) cuenta la historia de Wynne, un hombre de negocios que surgió del frío, pero sobre todo de su inquebrantable lazo con el valeroso Penkovsky, vínculo que fundamenta y sujeta toda la película. Sí, se está exponiendo, como debe ser, el horror del comunismo: delaciones, ejecuciones y torturas es sangrienta cotidianidad de funcionarios y civiles (indistinguibles en comunismo). Pero Cooke va a la lealtad de los hombres, a cómo se puede estar dispuesto a ayudar hasta las últimas consecuencias al semejante en una situación aterradora, incluso cuando el resto del mundo se haya dado por vencido o no dé crédito a lo que está ante la vista. El coraje insobornable de dos hombres que lograron contener lo que podría haber sido el aniquilamiento para todos, es decir, acabar con las desigualdades, la uniformidad de la que habla Kadaré.

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