Crítica
omos más longevos, es bastante raro encontrar a alguien que haya cumplido los cien años. Pero es casi imposible que con más de un siglo de vida ese alguien siga teniendo una mente lúcida y la fuerza necesaria para seguir en activo y dirigir una película.
Este es el caso de Manoel de Oliveira, el director portugués más conocido internacionalmente, quien después de una larga y premiada trayectoria profesional, nos presenta El extraño caso de Angélica.
El filme nos cuenta una historia extraña acerca de un joven fotógrafo judío al que una familia pudiente le encarga hacer la fotografía de una de sus hijas, que acaba de fallecer. En cuanto dispara la primera foto, Isaac entabla una especie de relación obsesiva con la muerta, Angélica, quien se convertirá en una obsesión que acabará por afectar profundamente su vida.
A pesar de la reputación del director, resulta difícil recomendar esta película por varias razones, pero fundamentalmente porque carece por completo de ritmo cinematográfico. A esto contribuye la sucesión permanente de larguísimos encuadres fijos así como la falta de acción o movimiento en la pantalla, y una banda sonora de acordes nostálgicos y algo lúgubres. El excesivo lirismo, o quizá el haber pretendido crear una complicada metáfora que se extiende de forma demasiado dilatada, convierte esta cinta en una narración innecesariamente larga, en la que destaca, eso sí, una cuidadísima y delicada puesta en escena.
Oliveira nos hace asistir a una historia sin conflictos, que parece concebida para ser leída y no vista, y que probablemente encontraría su lugar más natural entre las páginas de un libro. La descripción cinematográfica de realidades abstractas -del amor, la obsesión, la locura- requiere un contexto en el que haya algo de acción, para que el espectador no se pierda y en último término no suceda que lo que sucede con esta película, y es que los misterios que se plantean nunca se resuelven –como el hecho de que el cadáver de Angélica mantenga esa expresión de placidez e incluso felicidad- y el espectador se quede con la sensación de que se ha perdido algo.
Oliveira sugiere algún conflicto que podría haber resultado interesante -el hecho de que la familia de Angélica sea católica y la protagonista tenga una hermana monja a quien parece disgustar bastante el origen judío de Isaac; o que la risueña protagonista estuviera casada y parece que embarazada en el momento de su muerte- pero se quedan ahí, en una especie de apunte o de guiño a no se sabe muy bien qué.
Esta película quizá exija una extraordinaria sensibilidad para ser entendida, o tener 100 años, o un grado de inteligencia superior del que supongo carecemos la mayoría. O quizá es solamente una extraña historia de amor platónico que no se presta a ser contada en un largometraje, algo que desde mi punto de vista resulta más plausible.