Público: Todos.
Tras cuatro años desde su última película Una pareja para tres (2008) y con la exitosa El Diablo se viste de Prada (2006) en su filmografía, David Frankel vuelve con El Gran Año, una comedia con moraleja que, aún siendo una obra moderada en su conjunto, consigue entretener a toda la familia e incluso se atreve con temas más hondos antropológicamente como son: la importancia de no afrontar sólo la vida, el riesgo de la competitividad llevada al extremo o la necesidad de saber reconocer qué es realmente valioso en la vida, como la amistad y la familia.
Lo cierto es que dentro del contexto actual de la comedia americana, caracterizada normalmente por gags vulgares y superficiales, con personajes construidos raquíticamente a base de impulsos en donde se termina siempre en el chiste sexual, una película supuestamente clásica como El Gran Año resulta ser una agradable rareza. La historia gira en torno a tres hombres (Bostick, Harris y Stu) con sus conflictos y realidades concretas que deciden competir por ser el mejor observador de aves. Para ello tendrán que recorrer toda América del Norte y captar el mayor número de especies de pájaros posible durante todo un año. Ese será su gran año sobre el cual depositarán, quizás inconscientemente, la responsabilidad de devolverles ese atractivo que les falta a sus grises vidas. Parecen como si el gusto original por una afición, en este caso la ornitología, se hubiera convertido con el paso del tiempo en una necesidad vital para realizarse. Sin embargo, el ansiado año sabático dedicado a su profundo afecto a los pájaros les llevará por senderos donde tendrán que optar por vivir la vida (la que tienen) o seguir una pasión que esconde un riesgo, el riesgo de perderse a sí mismos y lo valioso que ya poseen.
De esta forma el cineasta neoyorkino David Frankel con esta historia, inspirada en el libro homónimo del escritor Mark Obmascik, toca con cierta profundidad el tema de la mitomanía, es decir, esa tendencia a mitificar o a admirar exageradamente a personas o cosas hasta límites donde se llega a distorsionar la realidad. Sin embargo, según cuenta la película, existe una forma de vivir cualquier pasión minimizando el riesgo de perderse a uno mismo en el empeño. Y esa forma es, vivir esa pasión acompañado y no en solitario. Hasta el punto de conseguir hacer un camino de crecimiento personal en donde se termina discriminando lo fútil de lo realmente excepcional. Sólo una condición: no dejar espacio a la mentira, por pequeña que sea, especialmente aún si se trata de una aparente, sutil y mínima mentira que se reviste de piadoso favor. Y si se miente al amigo, se le dice, se le confiesa y se recupera ese rostro donde poder verificar la verdad de lo que sucede en nuestro interior. Porque todo deseo, o se verifica o se enquista. Por lo que el otro, quizás, pudiera ser el mejor espejo de uno mismo. Toda esta andadura está notablemente interpretada por Owen Wilson (Midnight in París, 2011), Jack Black (King Kong, 2005) y el veterano Steve Martin (La pantera rosa, 2006) que con sus actuaciones consiguen transmitir tanto la comicidad como la humanidad de sus personajes. Resulta imprescindible destacar tres temas dentro de la obra: primero, el personaje del padre de Harris (Jack Black) y cómo evoluciona la relación entre él y su hijo; segundo, la forma en la que la familia de Stu (Steve Martin), en especial su esposa, acepta y hace suya la pasión de su marido, lo cual genera el clima adecuado para (con)vivir con una pasión sin el riesgo de perderse que hablábamos. Bella y generosa resulta siempre la forma en la que se despide de su marido: “Observa algo excepcional por mi”. Y tercero, el ritual de enamoramiento de dos aves y cómo les evoca a los tres protagonistas la necesidad de estar cerca de sus esposas. Porque cuando algo que verdaderamente se desea, bien sea una pasión por algo o por alguien, se verifica sinceramente ya no solo deja de ser un riesgo patológico para la identidad del sujeto sino que puede convertirse en un bien para los que le rodean. De tal manera que llevar hasta al fondo el sueño de un miembro particular de la familia podría ser una ayuda clarísima para el resto. Y lo contrario, priorizar en solitario un sueño sin verificarlo con alguien, podría marchitar y corromper realidades que estaban llamadas a ser algo grande y excepcional. En esta línea, no perderse la mirada final de uno de los personajes en China.
Por eso creo que disfrutar esta película con toda nuestra humanidad a flor de piel puede resultar un ejercicio curativo a pesar de cierta previsibilidad del guión y un inestable ritmo, compensado inteligentemente con creativos detalles de animación mezclados con imagen real y alguna canción comercial bien elejida. Una historia, pues, enmarcada en medio de cientos de pájaros y soberbios paisajes, que la convierten en una propuesta fresca y sanadora para el arranque del verano.
Ficha técnica:
The Big Year.
USA, 2011.
Dirección: David Frankel.
Guión: Howard Franklin.
Duración: 100 minutos.
Género: Comedia.
Interpretación: Jack Black (Harris), Zahf Paroo, John Cleese, Owen Wilson (Bosnik), Rosamund Pike, Steve Martin (Stu), Kevin Pollak, Joel McHale, JoBeth Williams, Paul Campbell.