Crítica
Público recomendado: 16+
El gran aviso es un documental sobre la iluminación de la conciencia (que, para entendernos, es la conversión personal, la caída del caballo de San Pablo), pero desde el comienzo se tratan demasiados temas que dan lugar a una mezcolanza compleja: experiencias cercanas a la muerte (ECM) que ilustra el experto Jeffrey Long, la segunda venida de Cristo, el juicio final, el pecado, la decadencia de nuestra sociedad, las visiones del infierno de santa Faustina Kowalska, experiencias con el demonio, reflexiones éticas y morales a cargo del filósofo Daniel O´Connor y del sacerdote católico James Blount. Todo interesante, pero no se termina de centrar bien el documental.
Dirigido y guionizado por Juan Carlos Salas Tamez, quien también se encarga del guion. En una entrevista el director cita a Christine Watkins, que es la autora del libro El gran aviso, en el que está inspirado el documental. Cuenta Salas Tamez que recibió una llamada de la autora cuando estaba en un momento de confusión, que fue una inspiración para saber por dónde orientar su trabajo.
En la película también hay declaraciones de Christine Watkins, citas del venerable arzobispo Fulton Sheen, recreaciones sobre la tortura y juicio del jesuita San Edmund Campion condenado por la Iglesia de Inglaterra por sus enseñanzas sobre la iluminación de la conciencia, entrevistas a una monja, un astrónomo… El conjunto resulta, sobre todo al final, algo abrumador. Demasiados protagonistas, temas, géneros: drama, tragedia, terror, histórico, distópico… El trabajo tampoco termina de encontrar el tono adecuado para abordar tanta densidad narrativa.
Y es una pena, porque cuenta con algunas personas que bien podrían protagonizar un documental en exclusiva, como Amaya, una enfermera española que interviene en abortos, se alía con el feminismo radical y termina teniendo una conversión (iluminación de la conciencia) en Nepal. Alan, un londinense inmerso en grupos violentos, adicto al alcohol -“bebía todo el tiempo”- y que sufre ataques del demonio. Y Rick, un deportista extremo que tiene una experiencia cercana a la muerte y una iluminación de la conciencia que le llevó a cambiar radicalmente de vida.
El documental está basado en hechos reales, pero con algunas escenas recreadas que fueron modificadas con fines dramáticos, algunas más logradas que otras.
Es un trabajo sugerente, pero no para todos los paladares, pues sube bastante el tono de terror al tratar el infierno y el demonio. Cierra con una recomendación final del sacerdote Blount para prepararse cara al gran aviso que se acerca: confesarse, rezar, especialmente el rosario y amar: hacer algo por los demás, servirles.
Javier Figuero