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El hombre perfecto

Caratula de "Ich bin dein Mensch" (2021) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Película estrenada en plataformas

Casi diez años después de su debut tras las cámaras con Liebesleben (2007), olvidable retrato de una relación tóxica, la alemana Maria Schrader sorprendía a propios y extraños con Stefan Zweig: adiós a Europa (Vor der Morgenröte, 2016), un brillante y atípico biopic sobre el exilio americano y trágico final del literato vienés. El guion estaba escrito a cuatro manos junto con el también director Jan Schomburg. La colaboración se demostró tan fructífera que ambos volvieron a unir su talento para redactar el texto que sirve de base a El hombre perfecto, la comedia que nos ocupa, en la que una profesora de universidad de Berlín, Alma (Maren Eggert) accede a participar en el ensayo de un robot humanoide llamado Tom (Dan Stevens), supuestamente diseñado a medida para ella según la exploración de sus deseos más profundos. El experimento conlleva la convivencia entre Alma y Tom durante tres semanas, y la redacción por parte de ella de un informe final sobre la experiencia.

El film sorprende, al menos, por tres razones. Una, su comienzo. El arranque de El hombre perfecto, sus primeros minutos, huelen a promesa, a nuevo, a desconcertante. Pero ya con la resolución misma de la primera secuencia, el espectador comienza a sospechar lo peor: que está, realmente, ante un (tele)film previsible. La sombra de esta duda se desvanece conforme avanza el metraje y se confirma lo fácil que resulta anticipar el desarrollo de la trama. Por eso, la segunda sorpresa es que la cinta fuera escogida como candidata alemana a los Oscar, y cosechase cuatro de los máximos galardones cinematográficos patrios (léase: Deustche Filmpreise), incluido el de mejor guion. Sí parece merecido, sin embargo, que uno de ellos fuese el premio a la mejor actriz, concedido a la magnífica Maren Eggert, quien también se alzó con el galardón homónimo en la Berlinale de 2021. Esta veterana intérprete, desconocida por nuestras latitudes y posiblemente única razón plausible para resistir las casi dos horas de visionado, constituye la tercera sorpresa.

El aroma a sabido que desprende el film no emana ciertamente de la nada, y el espectador cinéfilo sabrá detectar su fuente a los pocos minutos. A pesar de la presencia corpórea de Tom, el amor (necesariamente fallido) entre una inteligencia artificial y un humano ya había sido llevado al cine por Spike Jonze en Her (2013), pero de modo mucho más profundo, arrollador y revolucionario. Comparado con ella, El hombre perfecto se antoja poco menos que un remake pálido. Y sus significativos galardones, síntomas de un cierto estado actual de las cosas en el cine europeo.

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