Crítica

Público recomendado: +18

Las salas de cine españolas recibían el pasado 14 de febrero el parsimonioso drama documental, El huevo del dinosaurio, escrito y dirigido por Wang Quan’an, cineasta chino de 55 años y ganador del Oso de Oro en Berlín en 2006 por su trabajo en La boda de Tuya. Caramel Films es su distribuidora en España.

En mitad de la nada, la estepa de Mongolia, aparece una mujer y está muerta. Por la noche, hay que custodiar la escena del crimen, y un inexperto policía no se hace con los mandos de la situación. De manera que finalmente envían hasta allí a una pastora del lugar, capaz de hacer frente a esa y a todas las situaciones que se deriven de la investigación.

Espiga de Oro a la mejor película y a la mejor fotografía son las credenciales con las que se presenta El huevo del dinosaurio para recordar que el cine es mucho más que escasos diálogos y escasas acciones, como le ocurre a esta historia. Y tal vez al espectador le costaría entrar en la aventura con estos mimbres. Sin embargo, quedarse con eso es muy poco, dado que el filme contiene otros elementos que le confieren consistencia y autenticidad.

Para empezar, su puesta en escena resulta deslumbrante. La línea del horizonte se aprecia a varias alturas, al estilo del mejor western de John Ford, si bien es cierto que durante la primera parte del metraje el cineasta rueda planos generales desde lejos y cuesta encontrar una identificación con lo que sucede.

A su vez, esa libertad en la narración, improvisada y sin guión, dota a El huevo del dinosaurio de una creatividad y una pureza necesarias, que en su sencillez quiere dejar constancia de la autosuficiencia de la mujer, por un lado -sin dejar en una situación de minusvalía al hombre-, y por otro muestra un mosaico perfecto sobre las tradiciones y costumbres de un tipo de vida muy concreto, inicialmente destinadas a desaparecer.

Así las cosas, El huevo del dinosaurio reivindica el papel de la mujer en la sociedad en la que se inserta, que no necesita protegerse de nadie para sentirse realizada, muy al contrario del estilo de vida occidental, con el que chocaría de frente. Finalmente, son especialmente memorables el trabajo de diseño de fotografía y su ritmo, porque pese a su cadencia la película no resulta monótona en ningún momento. También es muy de destacar la sensibilidad de su director, que destapa las mieles de la sabiduría ancestral gracias a la atmósfera exótica que exhibe en El huevo del dinosaurio. Además, constata lo placentera que resulta la vida rural y rutinaria, que no espera nada a cambio porque ya lo posee todo. Una película, pues, atractiva a inteligente, dirigida a paladares exigentes.