Crítica:
Público recomendado: Adultos
Dirigida por Tom Vaughan (Algo pasa en las Vegas, Medidas extraordinarias), El marido de mi hermana, presenta a Richard (Pierce Brosnan), un maduro profesor de literatura inglesa de Cambridge, mujeriego empedernido que liga con sus alumnas. Cuando su última novia, Kate (Jessica Alba), una alumna americana, se queda embarazada, Richard decide mudarse a Los Angeles con ella para sentar la cabeza de una vez y cumplir con sus responsabilidades como padre de Jake. Allí, Kate se enamora de Brian (Ben McKenzie), un hombre más joven y más rico que el padre de su hijo. Ante el temor a ser deportado y perder los derechos de visita con Jake, Richard lucha por conseguir un buen trabajo y contratar a un abogado de inmigración que pueda convencer a las autoridades de que él y Kate siguen juntos. Así, Richard continúa viviendo con su antigua pareja y el novio de ésta en la misma casa y el embrollo se completa con Olivia (Salma Hayek), la alocada hermana mayor de Kate, que se va a vivir a la casa de invitados e iniciará un romance con Richard a escondidas de Kate.
A pesar de contar con un elenco más que aceptable, lo cierto es que los chistes y las situaciones cómicas de la propuesta son forzados, previsibles o provocan la carcajada debido a lo absurdo de los mismos y en ocasiones rozan el mal gusto. Por otra parte, más allá del hecho de que a lo largo de la película Richard demuestra que verdaderamente quiere a su hijo y desea estar a su lado, llama la atención la escasa evolución de los tres personajes principales (Brosnan-Alba- Hayek), que actúan de manera egoísta e irresponsable en prácticamente todas las ocasiones que el guion les brinda. Al final, la película sucumbe a las convenciones del género y permite que la relación entre Richard y Olivia sea posible, reafirmando la necesidad de encontrar la pareja de la que verdaderamente estemos enamorados. No obstante, del comportamiento de sus personajes lo que realmente se deduce, en sintonía con el discurso sobre los Románticos que el padre de Richard entona al principio de la película, el romanticismo de esta comedia tiene más que ver con el individualismo y con los instintos que con una visión idealizada y desinteresada del amor.