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El menú

Caratula de "El menú" (2022) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +13

Si el cine tiene una cualidad especial es la de hacernos vivir una experiencia. A diferencia de las artes más inmóviles (pintura, escultura) el movimiento en el cine nos aboca a una experiencia sin centro ni objetivo definido, pues se va aclarando según avanza la acción; eso es justo lo que le otorga una cualidad única. Si la experiencia nos lleva a la risa o al terror, define los distintos géneros cinematográficos. En este caso, una aparente película de suspense y gastronomía, se convierte en una película gore de terror con un poderoso mensaje protesta, al más puro estilo de la saga Saw pero mucho más refinada. Una escape room sofisticada.

El menú es una película interpretada por Ralph Finnes (Lord Voldemort, Hannibal Lecter), un chef de alto nivel que convoca en su restaurante de lujo, a una serie de personas; el precio del menú: unos 1200 € por persona. Lo que podría ser una de las mejores vivencias culinarias del mundo, se torna en un grito ensordecedor e ideológico, sobre la superficialidad humana y la falta de autenticidad. La película tiene un guion que, aunque plantea muy bien, queda deslavazado en su clímax; que ya les adelanto no es apto para todos los públicos ni todos los estómagos.

Todo ocurre en una isla, en donde está el restaurante y viven todos los miembros de la cocina, incluido el chef jefe. Como si fuera una película de detectives en donde hay que resolver un crimen, así comienza la historia, que terminará mostrando, cómo la obsesión y la ideología pueden cegarnos, a pesar de estar rodeados por la hermosura de la naturaleza o saber de la importancia del amor al prójimo. Cualquier estructura o comunidad humana, con sus normas e ideología concreta, siempre tiene el riesgo de hacerse peligrosamente ideológica; un rasgo de esta toxicidad es impedir que sus miembros se vayan (secta) o entren (si eres así no puedes estar). Otro rasgo de alarma es el perseguir una perfección en todo, acosta de dejar fuera a aquellos miembros que no cumplan una serie de requisitos (color de piel, identidad sexual, raza, religión,…); olvidando que el valor y la dignidad de las personas no varía según los actos que realizamos (moralismo). Pues bien, esta reflexión está en el fondo de esta película que, con un final terrible y sangriento, pretende, en nombre del arte, la verdad y el buen cocinar, implantar una “justicia” poética.

A pesar de esta visión pesimista del ser humano, la película consigue entretener y lanzar un poderoso mensaje contra la sociedad consumista y hedonista. Su director Mark Mylod es también un productor británico muy conocido por series de TV como Sucession o Shameless.

Por otro lado, es interesante resaltar el mundo de la cocina, que normalmente es inspirador de lo humano, no logra sacar del pesimismo ideológico y justiciero a todo el equipo del restaurante en cuestión. Películas como El festín de Babette, Ratatouille, Chocolat, Un viaje de diez metros y tantas otras, o la serie de TV Julia que utilizan la cocina para agrandar y ensanchar lo humano, para inspirar y romper prejuicios, para creer en lo extraordinario, quedan ligeramente apuntadas con un sorprendente giro final del personaje interpretado por Anya Taylor-Joy.

En definitiva, una interesante película protesta ambientada en un sofisticado restaurante de lujo, que termina siendo terrorífica y no digerible para todo el mundo. Un guion original y una puesta en escena muy teatral que gustará también a aquellos que busquen experiencias cinematográficas que les sorprendan y hagan pensar.

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