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El mundo abandonado

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Mujeres con personalidad que buscan y persiguen su propio yo es uno de los factores principales en la filmografía de la directora alemana Margarethe von Trotta (Hannah Arendt, Hildegard de Bingen, Los años del plomo…), que ha vuelto a repetir en su última propuesta, El mundo abandonado.

Ese intento de conseguir sacar a la luz toda la riqueza de matices de personalidades femeninas que influyen socialmente, quedaron plasmadas en las magníficas Hannah Arendt y en la semblanza de la abadesa medieval Hildegard de Bingen. Pero, en esta ocasión, los influjos de Sophie (Katja Riemann: Todos aman a alguien alguna vez, El hombre deseado…) y Caterina/Evelyn (Barbara Sukowa: Europa, Rosa Luxemburgo, Johnny Mnemonic…) no tienen la relevancia de las anteriores.

La primera es una cantante alemana de jazz sin éxito a la que convoca urgentemente Paul (Matthias Habich: Caótica Ana, Enemigo a las puertas, El lector…), su padre, para enseñarla una fotografía de una mujer idéntica a su madre, fallecida hace un año. Ante la insistencia de este, ella viaja a Estados Unidos para encontrarse con la doble de su madre, Caterina, cantante reconocida de ópera, casada con un alcohólico y que tiene a su cargo el hijo de ambos.

Tras los primeros encontronazos con Caterina, las continuas insistencias de Sophie —en buena medida provocadas por las llamadas telefónicas de su padre desde Alemania— van desvelando el pasado que afecta a ambas.

Von Trotta, guionista también, mima los diálogos y realiza una notable dirección de actores con los que consigue excelentes registros dramáticos, principalmente de las dos intérpretes femeninas y de Paul.

La historia no llega a alcanzar el interés de sus semblanzas de la religiosa Hildergard de Bingen y de la fascinante dedicada a la intelectual judía Hannah Arendt, porque las cuestiones tratadas en El mundo abandonado son más ambiguas y, consecuentemente, de recorrido más corto que los planteamientos de más calado desarrollados en los anteriores filmes.

Sin desvelar esta última cuestión, que tiene que ver con la trama del filme, proponer que alguien pueda amar intensamente a varias personas simultáneamente sin apenas datos de su psicología, es una apuesta arriesgada que no basta con sostenerla en el papel, ya que requiere participarla al espectador, porque conocer en profundidad a un ser humano así —tan distinto y original del común de los mortales— puede llegar a ser fascinante.

En cualquier caso, asomarse a la última propuesta cinematográfica —que incluye un grupo de canciones maravillosas— de Margarethe von Trotta siempre es bastante más excitante que otras de buena parte de la cartelera.

 

 

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