Crítica:

Público recomendado:  Jóvenes

Benoît acaba de llegar a París con su familia y se incorpora a un nuevo colegio. Es muy tímido y le cuesta hacerse amigos.

Pronto se convierte en víctima del chulito de la clase, Charles, quien con Gabriel e Ismael, sus dos acólitos, impone su ley en el patio y en la cantina. Los únicos que acogen al “novato” son los dos alumnos marginados de la clase, Constantin, que va de listillo, y Joshua, que es un perfecto patoso, a los que luego se añade Aglaée, un niña discapacitada pero con una gran seguridad en sí misma.  Afortunadamente llega Johanna, una niña sueca a la que Benoît ayuda todo lo que puede y de la que se enamora perdidamente. Pero la bella Johanna acaba alejándose de él para unirse al grupo de Charles y Benoît se queda de nuevo solo y frustrado. Siguiendo los consejos de su tío Greg, el indeciso Benoît decide aprovechar la ausencia de sus padres para organizar una fiesta en su casa e invitar a toda la clase para conseguir así ganar popularidad entre sus compañeros.

Lo mejor de la película son los jóvenes actores, que son capaces de mantener la atención durante los 80 minutos de una historia desprovista de un hilo narrativo interesante. Esos chicos de 14 años viven intensamente sus vicisitudes de preadolescentes, que sin duda les marcarán para toda la vida, pero que en sí mismas no ofrecen materia para un guion consistente. Sin embargo, lo que podría considerarse el mayor defecto del film, acaba siendo su mérito, pues Rosenberg no intenta hacer ningún análisis profundo de la problemática de la adolescencia y se limita a ofrecer un guion fresco, sencillo, con diálogos naturales, como los que pueden oírse en cualquier patio de colegio, con bromas absurdas que provocan locas risotadas. El trío de los “acosadores” no son malos chicos, sólo prepotentes y algo crueles, Johanna no es consciente del sufrimiento que causa, no hay violencia ni denuncia del sistema educativo… Sólo son las pequeñas cuitas en las relaciones personales de un grupo de jóvenes en esa edad difícil en que cada uno intenta conocerse a sí mismo y encontrar su lugar entre sus pares.

Los chicos y las chicas aparecen como distintos en sus aficiones, sus reacciones y sus gustos, y eso se agradece sin duda. Curiosamente, apenas si aparecen adultos en la película. El único que tiene una cierta presencia es el tío Greg, un ser inmaduro de personalidad más inconsistente que Benoît y sus compañeros. Es una película de niños que disfrutarán especialmente los espectadores de la misma edad, porque se sentirán como ante un espejo, identificados con las penas y los gozos, la risa y el llanto, la soledad y la amistad que palpitan en la pantalla.