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El Oficial y el Espía

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: + 18

Francia, 1895. El capitán Alfred Dreyfus (Louis Garrel) es degradado y confinado en la Isla del Diablo por espiar para Alemania. Al coronel Georges Piquart se lo nombra director de los servicios de contrainteligencia militar que investigan a Dreyfus. En el curso de sus investigaciones, Piquart descubre que los alemanes siguen recibiendo información secreta. ¿Y si Dreyfus es inocente?

A partir de aquí, Roman Polanski (Paris, 1933) dirige un largometraje de 138 minutos que atrapará sin duda al espectador hasta su desenlace que, advirtámoslo ya desde ahora, no es el que cabría esperar si uno se limita a saber la historia del caso judicial más célebre de la III República Francesa. Sin duda, aquí aparecen los grandes personajes del drama que dividió a la sociedad entre partidarios y detractores de Dreyfus con el antisemitismo en el centro de la polémica; por ejemplo, Émile Zola (André Marcon) y su abogado Fernand Labori (Melvil Poupaud).

¡Y qué gran película ha quedado! En primer lugar, es entretenida, tiene suspense y mantiene la tensión dramática hasta el final. Esto no es poco en un tiempo de películas previsibles. Ahora bien, es también una película profundísima. No vemos el caso Dreyfus desde la perspectiva de la víctima, sino desde la de aquel que puede poner fin a una injusticia, limitarse a contemplarla o, peor aún, propiciar su impunidad. El propio Piquart reconoce que “no le gustan los judíos”. Aquí no hay, pues, una dinámica de “buenos” y “malos” al uso, sino un desgarro entre los prejuicios y la justicia, entre lo que uno debe hacer y lo que sería más fácil. El propio Polanski declaraba en una entrevista con motivo de la película que “la historia de un hombre acusado injustamente siempre es fascinante, pero además es un tema muy actual si tenemos en cuenta el recrudecimiento del antisemitismo”.

La dirección de actores es colosal. Todo el peso de la interpretación recae sobre el gran Jean Dujardin -a quien se recuerda por su extraordinario papel en “The Artist” (Hazanavicius, 2011)- pero sus antagonistas brillan con luz propia. El gran personaje femenino -no desvelemos más- lo encarna Emmanuelle Seigner.

La puesta en escena es deslumbrante. La fotografía tiene momentos de una enorme belleza: un duelo entre dos oficiales, una declaración de amor durante un paseo, un guardia que dormita en un portal digno de un cuadro tenebrista.

En suma, es una película que -con el trasfondo de un drama histórico- plantea un debate antropológico sobre la propia responsabilidad personal más allá de lo que las instituciones y la sociedad puedan hacer o decidir. En el coronel Piquart, -valiente, decidido, antisemita- respira y late la exigencia de justicia porque es lo que debe hacerse, no porque sienta simpatía alguna por Dreyfus. Esto me parece decisivo. En un tiempo en que el emotivismo y el sentimentalismo -y peor aún, la sensiblería- campan por sus respetos, Piquart actúa por principios que no se someten a lo que él mismo siente, sino que están por encima de las simpatías y desprecios personales. A Dreyfus se le debe hacer justicia porque eso es lo justo, no porque dé pena ni porque caiga bien ni porque nos conmueva.

“El oficial y el espía” está a la altura de esa otra obra maestra que es el “El pianista” (2002). No dejen de verla. No dejen de recomendarla. No dejen de hablar de ella. El cine puede ser maravilloso.

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