Crítica
El Oso Yogui es una película basada en la serie de dibujos animados del mismo nombre, de la factoría Hanna Barbera. Y tal como ocurría en los episodios de la serie, Yogui se las ingenia para robar las cestas de picnic de las familias que acuden el parque Jellystone, con la complicidad algo reticente de su amigo Boo Boo, mientras el guardia Smith intenta que Yogui recapacite y respete las meriendas de los visitantes.
Pero las cosas se complican cuando este trío de personajes tiene que salvar a Jellystone del plan de recalificación puesto en marcha por el alcalde Brown para compensar el déficit municipal y presentarse como candidato a gobernador.
El supervisor de efectos especiales, dirigida por Eric Brevig, cineasta proveniente del ámbito de los efectos especiales, combina la animación por ordenador con la acción real.
Jerry Ventimilia, Joshua Sternn y Brad Copeland firman un guión bastante flojo, a pesar de su experiencia en comedias como algunos capítulos de Los Simpsons o Aquellos maravillosos 70. Los personajes carecen de matices y los temas son abordados desde una óptica superficial. Incluso, la crítica a la corrupción política se queda en una simple caricatura de acciones tristemente reconocibles en la actualidad.
En el apartado técnico, El Oso Yogui es una película correcta, que aprovecha el 3D para sorprender al espectador en momentos puntuales de la acción. Las interpretaciones de Anna Faris y Tom Cavanagh resultan bastantes exageradas, lo que resta fuerza a las acciones y a los diálogos.
La película está claramente orientada a la audiencia infantil, a pesar de apelar al público adulto mediante la manida estrategia de evocar pasajes de filmes populares. Además, resulta positiva su postura sobre la perseverancia como elemento clave en la consecución de las metas y el aprecio por los ambientes naturales y su conservación.