Crítica:
Público recomendado: a partir de 7 años
En 1918, un capuchino del convento de San Giovanni Rotondo, reza durante la noche en la Iglesia pidiendo a Dios que libere de su sufrimiento a los soldados del frente durante la Gran Guerra y se los dé a él. En ese momento, el padre Pío recibe los estigmas de Cristo en manos, pies, costado y hombro. Y a partir de ese momento comienza un calvario.
Biopic sobre uno de los santos más populares del siglo XX narrado por una de sus hijas espirituales, que otorga toda credibilidad a los estigmas recibidos por el Padre Pío en 1918 y que fue testigo de su sufrimiento. La interpretación de Michele Placido en la piel del santo italiano es encomiable. Como todas las producciones de Lux Vide está abalada por una postura digamos “oficial” en torno a la vida del santo llevado a la pantalla. Ello ofrece ciertas garantías en cuanto al tratamiento de los hechos.
VISIÓN DEL HOMBRE Y TRATAMIENTO DEL HECHO RELIGIOSO
La fe con la que le padre Pío asume que ha sido tocado por la mano de Dios en modo de estigmas es lo más hermoso de la película. Porque es gracias a esa fe que convierte todo el dolor que los estigmas llevan consigo en una ofrenda y una perpetua oración. Al dolor físico va unido el dolor que supuso por él que sus estigmas fuesen puestos en duda por miembros de su congregación y la Iglesia misma, siendo por ello un hombre que, en vida, fue puesto en duda. Humildemente, el Padre Pío, se desvincula de todo mérito por llevar los estigmas en su carne y cuando los fieles se le acercan pidiéndole milagros él siempre se pone y los pone en manos de Dios sintiéndose el más pequeño y pecador de todos los hombres.