El porvenir
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Crítica:
Público recomendado: Adultos
Nathalie es una profesora de filosofía en un instituto de París. Le encanta su trabajo y es una apasionada de pensar, aunque también divide su tiempo entre su familia, sus estudiantes y su madre posesiva. Un día su marido le informa de que se va a ir con otra mujer, pero esa es solo la primera de una serie de malas noticias que obligarán a Nathalie a reinventar su vida.
Mia Hansen-Løve (Eden: Lost in music) escribe y dirige este drama que protagoniza Isabelle Huppert (Más fuerte que las bombas). El reparto lo completan André Marcon (3 corazones), Roman Kolinka (Después de mayo), Edith Scob (Gemma Bovery) y Sarah Le Picard (Les anarchistes).
En la aparentemente feliz y tranquila vida de Nathalie, un buen día se desencadena una seria de dolorosos acontecimientos en su vida personal y profesional que llevarán a la protagonista a plantearse el sentido de su vida y a dejarse seducir por la sensación de libertad en ese abandono.
La película deja ver que los cimientos de una vida no deben ponerse solo en las personas, pues la infidelidad o la muerte pueden hacer que algún día esas personas no continúen a tu lado. Sin embargo, que estas pérdidas sean motivo para arruinarte la vida o no, está en tu mano. En este sentido, la película muestra, a lo largo de toda la historia, un innegable tono amargo pero en cierta manera optimista, dejando una apertura a la esperanza y a que Nathalie, apoyándose en su familia y en su amigo Fabián, vuelva a sentir ilusión por la vida.
El ritmo es muy bueno, nada lento, marcado siempre por la acción de la protagonista, resolutiva, firme y fría, en contraste con la tórrida aglomeración de problemas que suceden a su alrededor.
La actriz protagonista, Isabelle Huppert, es una excelente intérprete para la película, representa muy bien la madurez femenina, el peso de los años y la carga de los problemas se reflejan en la cansada expresión facial, pero al mismo tiempo bella.
Su amigo Fabián, cumple una importante misión en la película, pues sin él, Nathalie no habría viajado al campo, no habría paseado por la montaña y no habría descubierto que su gata es capaz de salir sola de noche y volver a la mañana siguiente. El personaje de su amigo Fabián es también quien le hace reflexionar sobre la coherencia entre nuestras ideas y nuestra manera de actuar, punto de inflexión en la película y reflexión clave que hará que la protagonista asuma los cambios.
