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El reino del planeta de los simios

Crítica

Público recomendado: +16

 

 

Parece inagotable la imaginería de Hollywood para contar una historia una y otra vez y, al mismo tiempo, darle tantas vueltas que parezca nueva, incluso con una vuelta de tuerca: despojando al filme de la presencia humana, dándole el protagonismo a los animales y lograr, aun así, que no pierda un ápice de humanidad y genere empatía. Esto es lo que ha conseguido el director Wes Ball con El reino del planeta de los simios.

La película está ambientada varias generaciones en el futuro tras el reinado de César. Los simios son la especie dominante que vive en armonía y los poquísimos humanos que quedan se han visto reducidos a vivir en la sombra. Mientras un nuevo y tiránico líder simio construye su imperio, un joven simio emprende un angustioso viaje que le llevará a cuestionarse todo lo que sabe sobre el pasado y a tomar decisiones que definirán el futuro de simios y humanos por igual.

En el año 2011 un valiente Rupert Wyatt se atrevió a contar cómo un virus creado para curar el Alzheimer logró algo muy distinto: crear simios altamente evolucionados y matar a los humanos. Es decir, El origen del planeta de los simios, cómo empezó todo lo que se vio en El planeta de los simios, el clásico de 1968 que dirigió Franklin J. Schaffner y protagonizó Charlton Heston. La saga empezó a tener continuaciones pero no del mismo nivel, aunque Wyatt acertó de lleno en tono y forma además de contar con unos increíbles efectos digitales que hicieron posible que todos los simios se recreasen por ordenador y no desentonasen al lado de los humanos.

Ese filme tuvo dos magníficas secuelas, a saber, El amanecer del Planeta de los Simios y La guerra del Planeta de los Simios, ambas dirigidas por un Matt Reeves en estado de gracia que seguían aportando datos muy interesantes. Y cuando parecía que todo había acabado y no había más que contar, han llegado cuatro guionistas y el director Wes Ball (director de la muy entretenida trilogía El corredor del laberinto) para demostrar lo contrario: que aún hay cosas que desvelar y que, nuevamente, el avance de los efectos especiales es tan asombroso que ya apenas hacen falta humanos, los simios digitales parecen reales y sus emociones se transmiten perfectamente.

Todo esto rodeado de unos espectaculares planos con edificaciones humanas invadidas y carcomidas por la naturaleza, imágenes que guardan una increíble similitud a las vistas en las sagas de videojuegos The Last of Us y Horizon.

En la parte de los mensajes, se insiste nuevamente en el peligro de experimentar con la ciencia en terrenos peligrosos y que investigar sin tener en cuenta las consecuencias ni los daños colaterales puede acarrear gravísimos daños: aquí es un virus, pero perfectamente se puede extrapolar a grandes errores como la experimentación con embriones o la fecundación in vitro, ambas implicando el desechamiento y o la muerte de esos embriones y, por tanto, la muerte de seres humanos, que no por ser diminutos dejan de ser seres humanos, mereciendo toda protección y respeto. También se insiste en la importancia de la unión entre los semejantes: los equipos, unidos, pueden más.

Todo ello llega perfectamente y sin abandonar la espectacularidad, con secuencias logradísimas como varias luchas y persecuciones. Obviamente no es una película para menores, pero los jóvenes y más mayores la disfrutarán enormemente, sobre todo si conocen las anteriores y el susodicho clásico. Por supuesto el desenlace no cierra ninguna puerta que haga posible tener más secuelas, que bienvenidas serán si mantienen el nivel que ha habido hasta ahora y hacen muy agradable estar en una butaca con imagen a lo grande y sonido atronador.

Miguel Soria.

https://www.youtube.com/watch?v=bDc3fchg-vE

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