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El Rey León

Caratula de "El Rey León"

Crítica

Público recomendado: Todos

Este remake del clásico nº32 de Disney, El rey león (Rob Minkoff & Rogers Allers, 1994), se presenta para las nuevas generaciones, mostrando una extraordinaria animación hiperrealista, apunte técnico que parece una obviedad, pero que merece la aclaración debido a la polémica suscitada cuando se intentó promover el filme como imagen real (live action), algo que sin duda es un desacierto, ya que esta película está realizada mediante la combinación técnica de la imagen generada por ordenador (CGI) y la Producción Virtual (PV). Un formato en el que Jon Favreau, director de la cinta, incursionó con mayor fortuna en El libro de la selva (2016). Y es que, pese a la magnífica factura de esta producción y al avance tecnológico que representa, no es difícil preguntarse durante su visionado cuál es la aportación de la técnica a esta historia.

Le respuesta a esta pregunta pone en duda la pertinencia de la elección, incluso si no se le compara con la versión de 1994, puesto que se trata de personajes antropomorfizados, demasiado realistas, como para resultar graciosos al cantar o parecer naturales en su sincronización de labios (lip sync) al pronunciar algunos diálogos cargados de dramatismo. En este punto, se echa en falta el vigor y emoción que los trazos de los dibujos animados imprimen a sus figuras para comunicar humanidad e intencionalidad. En El rey león de 2019 la caracterización de los personajes no es tan expresiva, lo que puede dificultar la empatía con ellos o la conexión con la fuerza de la historia. Por último, en relación con la técnica, los fondos muestran paisajes de gran belleza, aunque con un colorido apagado, que revela el tono grave, pero no solemne, con el que se aborda el relato.

El guion, a cargo de Jeff Nathanson, es el punto más discutible de la cinta, dada la pérdida de fuerza temática y caracterización de los personajes, pese a que mantiene los hitos de la trama que ya conocemos. El primer aspecto que se aprecia en ella es aligeramiento de los tintes new age presentes en la idea original del ciclo de la vida, tan de moda a comienzos de la década de los 90, en favor de conceptos como la responsabilidad y el legado. Tópicos que también se tratan en el filme de hace veinticinco años, pero que en esta película no son abordados con la grandiosidad de su antecesora. Asimismo, los personajes pierden fuelle, como el histriónico Scar o el mismo Simba, de los que queda poco de sus ecos shakesperiano.

A pesar de los cambios que empobrecen el remake frente al original, esta nueva versión de El rey león no es una mala película y puede proporcionar un buen rato en familia: tiene pasajes entretenidos, al tiempo que incide en la importancia de la propia identidad en razón del linaje, quizás la idea más fuerte e importante de la historia, especialmente en los momentos en los que el joven rey intenta en vano vivir en contra de su propia naturaleza, comiendo bichos y desatendiendo responsabilidades. Asimismo, se puede señalar cierta crítica a la inutilidad del individualismo y, por tanto, al egoísmo.

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