Crítica
Público recomendado: + 13
El robo del siglo narra una historia basada en uno de los atracos más famosos de Argentina. El 13 de enero de 2006, una banda de 6 ladrones camuflados como civiles entró en la sucursal del Banco Río de la localidad de Acassuso, en Buenos Aires. Se trataba de un golpe planeado por Fernando Araujo, que pensaba que reuniendo al equipo humano adecuado sería posible reventar las cajas de seguridad y huir por el subsuelo.
Dirigida por Ariel Winograd, esta adaptación al cine, que contó con la colaboración en el guion del propio Araujo, presenta los elementos típicos de una cinta sobre robos. La propuesta no ofrece nada que no se haya visto en otras previas del género y del subgénero hollywoodiense de las heist movies, en las que se ofrecen los preparativos, la realización y las consecuencias de un atraco, una especie de Ocean’s Eleven (2001) de Steven Soderbergh a la argentina.
Efectivamente, en el golpe participaron 6 personas, pero, aunque el elenco es sólido, dos de ellos, interpretados por reputados actores argentinos, destacan por encima del resto: Fernando Araujo (Diego Peretti), más un filósofo que un ladrón, y Luis Mario Vitette (Guillermo Francella), experto delincuente que invierte su propio dinero y se encarga de hablar con la policía. En las contradicciones de la relación desarrollada entre ambos también existen rasgos de las buddy movie, comedias de enredos entre personalidades prácticamente opuestas que acaban uniéndose para lograr un fin común. Asimismo, en el apartado actoral, cabe destacar a Miguel Sileo (Luis Luque), el desafortunado negociador, en sus diálogos con Mario en pleno atraco.
En este sentido, al tratarse una película coral, quizás el desarrollo de sus personajes se queda corto, y, por ejemplo, hubiese sido interesante indagar más en la relación disfuncional de Vitette con su hija.
No obstante, El robo del siglo logra entretener hasta el final, especialmente si se desconocen los hechos, por el deseo de saber cómo se las arregla la pandilla de asaltantes para llevarse el botín. Incluso en un momento en el que el guion realiza varias pausas para volver atrás en el tiempo y contar cómo se planeó todo, la narración no se resiente, ya que estas ayudan a matizar las escenas del golpe.