Crítica:

Público recomendado: Jóvenes, adultos

El rostro de un ángel se adentra en un terreno misterioso. Basado en una historia real, en parte thriller criminal, en parte drama centrado en el individuo, la película traza un recorrido desconcertante, difícil de entender, y parcialmente efectivo.

La trama gira en torno a un director de cine que se dispone a realizar una película sobre el inquietante asesinato de una joven estudiante acontecido en Siena. Allí se unirá a las tropas de periodistas que revolotean en torno a la inestable resolución del caso, donde no hay un claro culpable. En medio de la trama criminalística, por la que vamos dando pasos, encontramos a un hombre inmerso en la tristeza, en la incomprensión y en la necesidad de seguridades y respuestas.

Grandes dosis de acción no encontraremos. El misterio, por su parte, está servido durante toda la historia, pero no de forma ruda, descuidada: la incomprensión del personaje frente a la investigación del caso al que se enfrenta es tan suya como nuestra. Por tanto, no es posible englobar esta película dentro del género comercial más taquillero: el factor intimista en torno a la figura del protagonista es lo que más relevancia cobra en la trama, junto con la subversiva guía espiritual de Dante Alighieri, que con sus versos acompaña en la aventura.

La película no llega a olimpos de belleza ni se queda en una película más de género. En el balanceo en el que se mece, encontramos verdaderos fragmentos de belleza. Belleza que hay que querer descubrir.

Entre los versos de Dante, las imágenes de una fascinante Siena, la gracia de Cara Delevigne, la tristeza de unos personajes con carácter, y una oscuridad fascinante, se esconde un tesoro. Por fragmentos, la película no sostiene, sino que es sostenida, por pura belleza. Belleza que está escondida, pero que, ante unos ojos que buscan, despierta.

El rostro de un ángel es una peculiar película que busca la profundidad dentro de un mundo de banalidad, de cotidianidad dolorosa, triste y seca. Detrás, sin embargo, del áspero mundo del que es retrato, encontramos la belleza de lo etéreo, escondido en todo un mundo, en un rostro, en unos ojos. La verdad más pura que muestra esta película es, efectivamente, el rostro de un ángel: y este misterioso rostro introduce una magia inusual en el cine. Una magia que hace rabiar de nostalgia.