Crítica
Tras siglos de guerras brutales entre humanos y vampiros, la Iglesia logró pacificar la desolada tierra gracias a sus valientes sacerdotes-guerreros, que recluyeron a los vampiros en lejanas colmenas, fuertemente vigiladas.
Pero, con el tiempo, la jerarquía eclesiástica condenó al ostracismo a esos paladines y convirtió las ciudades en férreas tiranías teocráticas, represivas y malsanas. La situación da un vuelco cuando unos vampiros secuestran a la sobrina de un prestigioso sacerdote, y éste desobedece a sus superiores y emprende su búsqueda por tierras prohibidas, en compañía de un joven sheriff rural y de una bella sacerdotisa.
En la línea de Legión —la anterior película de Scott Stewart—, esta adaptación fílmica de los cómics del coreano Hyung Min-Woo ofrece una visión muy oscura del cristianismo y, en concreto, de la jerarquía eclesiástica, sin especificar su credo. De todas formas, los rebeldes sacerdotes protagonistas rezan sinceramente a Dios y confían en su protección frente a las terribles fuerzas del mal. Y, en todo caso, la película mantiene en todo momento su condición de producto comercial de género, no muy original y demasiado sangriento, pero bien dirigido, interpretado con convicción y espectacular en sus secuencias de acción.