Crítica
Público recomendado: +13
Película estrenada en plataformas
Tras la II Guerra Mundial, Joseph Piller (Claes Bang), soldado judío que luchó con la Resistencia, se convierte en investigador para los Aliados con la orden de identificar y redistribuir el arte robado por los nazis. En esta tarea, conoce al artista holandés Han van Meegeren (Guy Pearce), acusado de conspirar con los nazis, actividad castigada con la pena de muerte en ese momento. A pesar de las pruebas contra el pintor, Piller empieza a creer que van Meegeren es inocente y decide luchar por salvar su vida.
El último Vermeer constituye un drama posbélico, basado en hechos reales y en el libro The Man Who Made Vermeers, con un ritmo pausado, que en algunos momentos puede resultar algo pesado, pero que consigue mantener cierta tensión y misterio a lo largo de todo el film, gracias a varios giros, incluido uno (¿inesperado?) al final del film.
Asimismo, en el apartado actoral, la labor interpretativa Pearce como un excéntrico van Meegeren, es otro de los elementos que ayuda a mantener el interés y que aporta un toque de humor a las escenas.
Por otro lado, la historia, además de presentar el fatal destino de quienes se aliaron con los alemanes durante el apogeo del poder nazi, también retrata las consecuencias de la guerra en la vida que dejaron los soldados y que ahora estos retoman. Así, por ejemplo, la mujer de Piller trabajó como espía de los nazis, algo que quizás le hizo acercarse demasiado a ellos y que su marido no acepta porque supone cruzar deliberadamente líneas morales (¿el fin justifica los medios?).
Igualmente, la cinta plantea interesantes debates, cómo el centrado en torno al valor del arte: dado que van Meergan falsificó las obras de grandes artistas, si estas fueron capaces de pasar los exámenes de los expertos y provocan placer estético, ¿por qué no puede reconocerse el mérito al artista? Igualmente, se puede cuestionar el hecho de que el pintor es un portento que en lugar de luchar por hacerse un hueco en el panorama artístico de su época decidió utilizarlo oportunistamente para estafar a los nazis.