Crítica:
Público recomendado: Jóvenes-Adultos
El realizador austriaco de 51 años, Andreas Prochaska, dirige este multipremiado y dramático western -que llega a España de la mano de la distribuidora La aventura-, dos años después de su estreno, tras ser preseleccionado por Austria a competir en los Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa.
En los Alpes austríacos, a mediados del siglo XIX, el duro invierno está por llegar a una pequeña aldea aislada en las montañas. Poco antes de que comience la nueva época del año, un extraño aparece en el lugar. Se trata de Greider, un fotógrafo que proviene de la lejana y mítica América de los indios y cowboys. Pero en el pueblo nadie confía en él, pues no saben quién es en realidad ni qué es lo que está buscando en aquel sitio plagado de violencia.
Sin que a simple vista pueda reconocerse como un western al uso, del corte de Los siete magníficos, El bueno, el feo y el malo o Centauros del desierto, por ejemplo, El valle oscuro está más cerca de los postulados del tono crepuscular de Sin perdón. Y es que el género ha ido evolucionando e incorporando nuevas ideas sin que pierda su identidad. De hecho, la película en referencia comparte un montón de tópicos que nos recuerdan a otras películas ambientadas en esta fría estación del año, a saber, El jinete pálido o la más reciente El renacido.
El pueblo tradicional del western se erige en un paisaje frío que refleja la ausencia de lo que un día fue el lejano oeste, cambiando la inmensidad de los horizontes infinitos por la claustrofobia de unas montañas que rodean el asentamiento en el que tiene lugar el relato -la historia está basada en la novela homónima de Thomas Willmann-. No obstante, la hostilidad típica de este tipo de escenarios sigue vigente en el filme a causa del carácter hermético del territorio, cubriendo la impotencia visual que causa la descontextualización que bien puede sentir el espectador a bote pronto.
Y puestos a encontrar analogías entre los denominados western clásicos con éste, en primer lugar, la figura del individuo ajeno a su hábitat, remite directamente a filmes como Por un puñado de dólares, de Sergio Leone, en el que Joe llega a un pueblo en el que dos familias enfrentadas pugnarán por sus servicios. En El valle oscuro, Greider llega al territorio de los Alpes como un personaje totalmente desconocido y su presencia alerta a los miembros de la familia Brennen, que domina el lugar. Y al igual que Leone, Prochaska hace uso de dicha figura puesto que propone mecanismos que permiten planificar una narración dilatada y cargada de tensión mediante el suspense que surge de los futuros acontecimientos que presentará la trama. De ahí que el realizador sea fiel a las convenciones clásicas del héroe.
Como quiera que sea, la película goza de una exquisita factura técnica, Prochaska dirige con personalidad y determinación, presenta un argumento en el que juega con la memoria del espectador aficionado y, a su vez, propone un núcleo argumental más oscuro de lo habitual. Además, el filme funciona bien y mantiene el suspense en su largo metraje. Menos clara está la utilidad del componente religioso que el cineasta austriaco ha plasmado en la pantalla para, imagino, dotarlo de cierta originalidad, aunque sin él la historia hubiera hubiese resultado, igualmente, un grato entretenimiento.