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Elvis & Nixon

Caratula de "Elvis & Nixon" (2016) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

Greil Marcus, uno de los más grandes críticos americanos de música pop y rock describió la asimilación del fenómeno Elvis por la sociedad estadounidense.

De ser, en 1955, el símbolo de la rebeldía, el chico blanco que bailaba al son de la música negra a la vez que la popularizaba, que volvía locas a las chicas y que era un peligro, pasó a ser, una década después, parte de la más genuina América conservadora, un patrimonio nacional, un mito de su cultura y un orgullo. Sin ser americano, uno puede perfectamente, asumir ese análisis y seguir disfrutando con Elvis. Su encanto, su voz, su música, hasta sus malísimas películas siguen siendo un mito. Porque Elvis es el mito griego del siglo XX, como dice su gran biógrafo Peter Guralnick. Nacido de condición humilde, encumbrado al más alto Olimpo, los mismos dioses se encargan de hacerlo descender a los abismos; pero era tanta la altura alcanzada, que el fatal descenso duró años, más de una década.

Eso puede explicar que esta película esté hecha con cariño, puesto que personajes tan conflictivos como Nixon, el mismo Elvis, son tratados con elegancia, buen gusto, humor, de modo que hasta la simpleza de ambos se nos presenta entrañable. No hay revisionismos, ni estridencias, ni vendettas. La foto del encuentro de Nixon y Elvis es la más buscada en los archivos de la Casa Blanca y esta película homenajea, como se merece, ese momento. No hay más, y sin embargo, es suficiente.

Decir, a estas alturas de la película, que Kevin Spacey hace bien todo lo que toca es mera redundancia. Tan extraordinario como él está Michael Shannon, actor curtido que en su larga carrera pocas veces ha encarnado al protagonista (Sal y fuego, 2016 o My son, my son, what ye done?, 2009). Los personajes, decimos, han sido tratados con esmero y limpiados de sus aristas más conflictivas. La película es, por tanto, muy clean. Y hay que agradecerlo. Los personajes, de carne y hueso, vulnerables, reales, se tocan y reaccionan con el roce. La entrevista de Elvis y Nixon, fuera así como se produjo o no, cumpliría a la perfección como ejemplo para cursos de liderazgo, de gestión del cambio, pues es toda una lección de cómo dos mundos distintos pueden tener puntos de conexión y el reto o la amenaza se convierte en oportunidad.

La recreación del mobiliario, vestuario histórico (mítico diríamos), maquillaje… es excelente, pero a eso ya nos tienen acostumbrados los americanos; otras películas de músicos como Love and Mercy (Bill Pohlad, 2014), sobre los Beach Boys, En la cuerda floja (James Mangold, 2005), sobre Johny Cash, Cadillac Records (Darnell Martin, 2008), Ray o Hairspray aciertan igual de bien en la recreación de un ambiente perdido para siempre, pero extrañamente familiar que nos subyuga y nos mete de lleno en las décadas de los 40, 50, 60. Un viaje que siempre es un placer.

 

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