Crítica
Público recomendado: Adultos
Más allá de reformular el mito erótico de 1974 -aquel acontecimiento insólito en la historia del cine francés, en el cobró más protagonismo la reacción social que la película en sí-, Audrey Diwan ha querido hacer su propia película sin que la tachen de remake, y francamente el resultado está muy por debajo de lo que consiguió con su anterior largometraje El acontecimiento, que recibió el León de Oro en el Festival de Venecia y el Premio FIPRESCI, entre otros.
Eso sí, Diwan recupera a la protagonista de la novela Emmanuelle, publicada en 1959 por Emmanuelle Arsan, seudónimo de la franco-tailandesa Marayat Krasaesin, escrita en realidad por su marido: Louis-Jacques Rollet-Andriane. Esta versión de Emmanuelle cuenta con un guion basado en el libro, escrito por Diwan con la ayuda de la directora y guionista francesa Rebecca Zlotowski, reconocida cineasta en apoyo del movimiento “Me too”.
La clave está en el personaje: Emmanuelle, que ahora ya no es una inocente joven, sino una mujer madura que desprende seguridad y determinación por donde pisa, pero… ¿qué hay detrás de esta apariencia? El enfoque de la cinta es el de la mirada desde otra mirada, se hace explícito de manera figurativa -en los planos subjetivos, en los diálogos, en el guion- y de un modo voyerista, que adopta Emmanuelle tras la pista de Lee Jae-Yong, un atractivo ejecutivo del hotel. Además, el punto de vista voyerista es el que sostiene algunas de las intensas escenas eróticas, como la que protagoniza la nativa que trabaja en la piscina del hotel, interpretada por Chacha Huang, admirada por Emmanuelle.
En esta ocasión, Emmanuelle, una mujer soltera, llega a un lugar que ya conoce, el hotel de lujo en Hong Kong que pertenece al grupo para el que trabaja, donde es recibida y tratada con todos los honores. Entre lujos, cocktails y baños de spa, se enfrentará a un nuevo escenario con doble incógnita: Al mismo tiempo que busca el mejor modo de resolver el encargo que le plantea su jefe, se adentra en el juego de seducción con el misterioso Lee Jae-Yong, el único hombre que la rehuye. Ella, que presume de ser dueña de su placer, se sorprende a sí misma desconcertada en este laberinto de misterio y deseo. Los impulsos de deseo que siente Emmanuelle por fin encuentran un obstáculo y esto se convierte en su motor de búsqueda, que por desgracia se va desdibujando a medida que avanza la cinta y no se define concretamente, lo que acaba por frustrar al personaje y en consecuencia, al espectador.
La puesta en escena juega un gran rol en el visionado de la película, con una sutil y sugerente iluminación, unos movimientos de cámara y encuadres que hablan por sí mismos -el arranque ya nos da muchas pistas sobre esa mirada que ella “se autoimpone” sobre su cuerpo y sus acciones-, unos paneos y travellings que transmiten elegancia y distinción en el hotel y una paleta de tonos cromáticos cálidos vinculados a la atmósfera que genera una ¿poderosa? buscadora.
Rosa Die Alcolea