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Enemigos íntimos

Caratula de "Enemigos íntimos"

Crítica

Público recomendado: Jóvenes y Adultos

El thriller francés siempre ha gozado de una merecida fama. Alejada de los derroches pseudointelectuales de gente como Godard, directores como Jean-Pierre Melville, Henri Verneuil, Jacques Deray o Georges Lautner ensalzaron el cine de género mostrando las caras más duras y poco amigables de Alain Delon o la faceta sacrificada y heroica de Jean-Paul Belmondo. La pluma de José Giovanni ha sido una de las claves para el desarrollo del thriller francés, su influencia en el extranjero y su gran versatilidad como guionista. La vertiente actual

ha invertido el género para transformarlo en una visión más espiritual y de introspección, que

lo que lo fue en su día: cine tangible, material, con el dolor a flor de piel. David Oelhoffen ha sido uno de esos directores que siguieron la vertiente transformadora de un género: Lejos de los hombres, adaptación en clave de western de dos relatos cortos de Albert Camus (El hombre rebelde y El huésped). Su primer éxito a nivel internacional fue todo un descubrimiento que lo

puso en órbita como un director a seguir; sin embargo no ha sido hasta cuatro años después cuando decidió volver a la dirección. Con Enemigos íntimos nos encontramos ante un deudor de ese thriller físico, material de Verneuil y José Giovanni, donde no nos da nada nuevo pero lo

muestra con un total sentido del quehacer: bien dirigida, bien escrita, dura y directa.

 

La trama es la siguiente: dos amigos de la infancia toman caminos distintos cuando uno se hace policía y otro traficante. Cuando sucede un contratiempo, ambos hombres vuelven a encontrarse y se necesitarán el uno al otro. Guarda varios puntos semejantes con El clan de los

irlandeses: nos adentra en un mundo oscuro, violento, traicionero; la vertiente moral y el dilema del protagonista convierten la cinta en un producto algo más que el típico neo-noir estiloso. Si bien es cierto que lo que nos cuenta ya ha sido contado en otras películas (e incluso de mejor forma), pero no podemos ignorar que estamos ante un producto de auténtico género que plantea preguntas y posee reflexiones interesante. El ritmo frenético y los diálogos ágiles y realistas facilitan mucho el visionado de la obra, dirigida con una mano profesional y con una violencia muy contenida: lo suficientemente dura como para atraer a los fans, pero sin la brutalidad que cierra el paso a los espectadores despistados. Realiza también una curiosa visión y crítica al caso de la situación de la inmigración en Francia, aun sin entrar en

demasiados detalles.

 

El trio protagonista realiza una labor extraordinaria. Matthias Schoenaerts sigue demostrando

que es uno de los actores más interesantes del momento: con una intensidad contenida maravillosa y una fuerza realmente sobrecogedora. La contrapartida se la dan Reda Kateb y

Adel Bencherif, con dos excelentes roles que saben plantar cara. En resumen: un ejemplar ejercicio de cine negro francés, deudor de nombres más grandes pero con un quehacer profesional en sus filas extraordinario. Duro pero sin ser explicito, muy disfrutable y una de las películas a tener en cuenta este año.

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