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¿Estás ahí?

Caratula de ""

Crítica

Recuerda en alguna parte de su contenido y en la presentación a películas como “El fantasma y la señora Muir”, por su tono de comedia y la inclusión de espíritus traviesos, pero la obra de Mankiewicz se eleva sobre el terreno para adquirir un estilo  “glamuroso” que sólo habita en contados momentos en “¿Estás ahí?”, de Roberto Santiago El penalti más largo del mundo, en  2007, El club de los suicidad, Al final del camino.

Seguramente, sean los primeros minutos los más apetecibles y frescos de esta última dirección de Santiago, con la presentación de los personajes, porque, aunque lleguen a ser premeditadamente surrealistas, tienen el encanto que emana de un primerizo cura terminando un responso en el cementerio con un canto de aleluya; un novio, Fran (Gorka Otxoa), ensimismado ante el féretro de su novia, empeñado al mismo tiempo en fumarse un canuto y, de ésta, Ana (Miren Ibarguren)  contemplando su entierro y al resto de los presentes tras su accidente de tráfico.

Este empiece gamberro y prometedor continúa con la presentación del segundo fantasma (Claudio) de la historia que habita en la casa donde Fran y Ana se han mudado para iniciar su vida en común, en el mismo día en el que ésta se ha estampado con su vehículo para pasar a la otra vida sin dejar ésta; su objetivo es comunicarse con su novio (el de él, que le deje en paz), mantener su amor y alejar violentamente a  todas las tentaciones femeninas que le acechen.

Y es en este planteamiento cerril de Ana en el que el mismo Santiago y Pablo Fernández, los dos guionistas, se instalan para contarnos estas peripecias disuasorias de una amante evanescente que se empeña en no dejar en paz a Fran, que va a camino a la locura y al éxito (es mago de profesión y las actuaciones invisibles de su ex le convierten en un portento ante sus amigos) al tiempo que intenta pasar página y rehacer su vida.

Y es aquí donde  no funciona “¿Estás ahí?”, y lo que podría haber sido un continuo creativo de situaciones se convierten en una cadena repetitiva de momentos más-de-lo-mismo-hasta-el-infinito, en concreto, hasta que Ana, aconsejada por el fantasma Claudio, decide “desprenderse” de su novio y dejarle vivir su vida, una situación que tiene un prolegómeno resuelto del modo más vulgar y estúpido con el cameo entre Ana, en el cuerpo de una de las candidatas a “robarle” a su chico, y el subsodicho que cree que está terminando su soltería con este cuerpo a cuerpo.

En suma, un planteamiento atractivo con algunos golpes de humor logrados que se va transformando en un vodévil a la española con los elementos recurrentes: madres aceleradas celestinescas, vecinos muy enrollados, liberadas chicas muy “sexis” y consumo de “porretes” de jóvenes y maduritos.

No da más de sí.

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