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Fahrenheit 11/9

Caratula de ""

Crítica

Público Recomendado: Adultos

Un Michael Moore singularmente lioso y liante, nos describe el ininteligible (para él y para tantos) ascenso al Pináculo de Donald Trump.

Fue un nueve de noviembre de hace dos años. Da comienzo su narración, para que nadie se engañe, con los sobrecogedores acordes de Vesti la Giubba de I Pagliacci de Ruggero Leoncavallo. Ponte el traje. Ríe payaso, sobre tu amor destrozado. Ríe payaso del dolor que envenena tu corazón. Su declaración de intenciones, obviamente, se despeja desde el inicio: Trump, payaso. Ajeno al matiz, abocetando poco originalmente a Trump como un déspota, racista y misógino e incurriendo en la caricatura más grotesca (más que nunca en su errabunda trayectoria cinematográfica), la película adolece de un pavoroso desorden estructural. Hábil Moore para meter el dedo en el ojo de los que siempre pisotean el cuello de sus semejantes desde los parlamentos, debelador de situaciones inaceptables, de empresas multinacionales tan dañinas como dictatoriales, Moore nos muestra su irritante y añeja predisposición manipuladora, su sempiterno deslizarse hacia la demagogia más chabacana, su absoluta ignorancia de la sutileza, la elegancia y la complejidad, troquelando estudiadamente, al fin y a la postre, un tosco y ambiguo estilo panfletario. Ante tal abrumador tropel de adoctrinamiento, tramposo y facilón, uno se olvida de la virtud más laudable del director americano: la acusación sistemática de las élites políticas y financieras. Un ejemplo de su desbarre: dedica muchísimo metraje (casi media película) denunciando legítima y agudamente la crisis de agua potable en su pueblo natal, Flint, y, subsiguientemente, fríe a ballestazos a Rick Snyder, el corruptísimo gobernador republicano de Michigan. Trump se eclipsa, por larguísimos momentos, de escena. Toda esa digresión se transforma en un pretexto para acabar recordándonos que Obama fue un pésimo presidente, tan obvio, y que concluyó dando la razón a Snyder. Perro no come carne de perro.

Desatinada charlatanería

Moore aplica datos exhaustivos y su habitual sarcasmo jocoserio para referirnos cómo se produjo el hecho de que alguien con semejante idiosincrasia y con todos los medios de comunicación en su contra, alcanzara la banda presidencial. Moore, pendular, se desconsuela con el sistema yanqui. Pero, triple salto mortal, deviene risueño optimista y esperanzado con el surgimiento de movimientos (¿hacia dónde se mueven?) cívicos por parte de vivaces adolescentes, sobre todo los de Parkland, Florida, que convocaron multitudinarias manifestaciones después de haber padecido uno de tantos tiroteos que se dan en Estados Unidos. Fiel al desaforado e hiperbólico estilo de Sicko, Capitalismo una historia de amor o ¿Qué invadimos ahora?, o al más ecuánime de Bowling for Columbine, la consuetudinaria verborragia de Moore nos hace reir menos que de costumbre. Su abrupto sensacionalismo roza el delirio en el tramo final, donde el realizador estadounidense establece analogías y paralelismos fuera de lugar entre Hitler y Trump, advirtiendo cómo la Historia puede reiterarse si se confía desmedidamente en el (discutible) poder de la Constitución.

Trump: ¿Disidencia controlada?

Grosso modo, las perdigonadas de Moore aciertan en el blanco y yerran con similar frecuencia. Donde Fahrenheit 11/9 resulta más atinada es en su afirmación de que Trump es el resultado de un sistema absoluta e irreversiblemente putrefacto. Tal vez nos hallemos ante disidencia controlada, fase coaguladora de este feroz y fiero evo disolvente, transmutándose Trump, tan sólo, en un leve zurcido en nuestro tiempo de frenéticas deshilachas políticas y sociales. En fin.

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