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Fausto

Fausto

Público recomendado: Adultos 

Ganadora del León de oro a la mejor película en el 68 Festival Internacional de Cine de Venecia, el Fausto de Alexander Sokurov, es una adaptación libre de la obra homónima de Johhann Wolfgang Goethe. Asimismo, constituye la última entrega de la tetralogía realizada por el director ruso sobre la naturaleza del poder y que conforman los títulos Molok (1999), Telets (2000), Solntse (2005). 

El doctor Fausto es un estudioso que busca el sentido de la vida y la verdad. Sin embargo, vive miserablemente. Es un ser anónimo, sin nadie que le estime. Ni siquiera su padre o su ayudante Wagner, junto al que realiza estudios de fisiología humana. Llevado por sus instintos básicos: hambre, lujuria, codicia, Fausto se deja llevar por las palabras del prestamista del pueblo. El diablo que lo conduce por una senda de perdición hasta conseguir que le venda su alma. 

El apartado técnico de esta cinta es impecable. Utiliza el formato de pantalla de 4:3 muy poco habitual el cine actual y lo aprovecha para presentar un mundo decadente, que casi se puede oler y palpar. A esta estética contribuye una paleta de colores fríos, en la líneas del cineasta ruso, y en donde destaca el trabajo del director de fotografía, Bruno Delbonnel (Amélie, 2001), así como la banda sonora a cargo de Andrei Sigle. Sin duda uno de los aspectos más bellos del conjunto. 

El propio Alexander Sokurov y Marina Koreneva firman esta adaptación. En ella nos presentan un análisis profundo y plenamente contemporáneo de las perplejidades del hombre ante cuestiones como el poder que concede el conocimiento y la necesidad de rendirse ante el Misterio. Así, Fausto, a pesar de sus estudios, busca inútilmente el alma entre las entrañas de los cadáveres que disecciona. Al ser un hombre que sólo cree en aquello que puede medir y tocar se desespera. Su necedad al pensar que puede controlar lo que le excede, su ignorancia sobre la existencia de algo sobrenatural y superior lo pierde y lo convierte en una diana perfecta para el demonio. El único personaje del guión que afirma en varias ocasiones que cree en Dios. 

Por otra parte, el Mefistófeles que presenta Sokurov, encarnado en el prestamista, es una figura compleja que suscita interés. A pesar de ser repugnante, no genera sospechas. Podría ser cualquiera. En ocasiones es listo y en otras es lento, torpe. Y sin embargo, las salidas fáciles y engañosas que ofrece son recibidas sin rechazo, por personajes que buscan un bienestar temporal e instantáneo que al final no satisface. Fausto apenas si ofrece resistencia, pese a afirmar que el hombre aún en las peores condiciones es capaz de saber cuando obra mal. 

Aunque estos temas son interesantes y estamos ante una buena película, Fausto de Sokurov no es un film para un público amplio. De hecho, para un espectador medio puede resultar espesa, difícil de comprender y, en momentos, desagradable: hay altas dosis de miseria humana, podredumbre, algún plano que alguno podría catalogar de exhibicionista y personajes excéntricos, cuyo histrionismo deliberado puede llegar a confundir. Asimismo, el empleo de algunos planos inclinados, que subrayan la distorsión de los sentidos en los momentos de tentación suscita cierta incomodidad en el que los ve. 

Ana María Pérez-Guerrero

 

Ficha técnica:

 (Faust, Rusia, 2011)

Dirección: Alexander Sokurov

Interpretación: Johannes Zeiler, Anton Adasinski, Isolda Dychauk

Georg Friedrich, Hanna Schygulla, Antje Lewald, Sigurdur Skulasson

Duración: 134 min.

Género: Drama.

 

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