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Caratula de "Feedback"

Crítica

Hace unos meses se habló de la efectividad de The Guilty y el uso de un solo espacio para desarrollar una narración de suspense donde la sugestión auditiva era la base en la que se sustentaba la tensión de la trama. Reconozco que está siendo una película reiterativa, pero su impacto mereció mejor suerte en los círculos comerciales que los resultados obtenidos. Y porque el flujo de obras semejantes no ha parado. Desarrollar una trama completa en un solo escenario es una tarea ardua, compleja donde el ingenio del realizador se ve puesto a prueba. Construir un buen argumento es ya difícil, por tanto si sumamos este aspecto al reto de la película en su solo escenario la cosa se complica aún más. Uno de los mejores exponentes fue Hard Candy: malsana, incomoda, dura, cocida a fuego lento, tensa e incluso desagradable en varios momentos. En España tuvimos la oportunidad de ver la pericia narrativa de dos sabios (y jóvenes) realizadores como son Rodrigo Cortés y Eugenio Mira con Enterrado y Grand Piano; dos obras muy dirigidas, irregulares pero realizadas con inteligencia y buen quehacer cinematógrafo. Y ahora, de la mano de Jaume Collet-Serra en las labores de productor, llega esta ópera prima del director Pedro C. Alonso que cumple con lo prometido: giros inverosímiles de guion perdonados por su entretenida trama, su tensión creciente y la labor de su actor principal y algunos secundarios.

La trama nos traslada a una emisora británica en la que un polémico y famoso radiofonista es secuestrado en su propio programa. Lo que no sabe es que los secuestradores quieren algo de él muy concreto. El movimiento #MeToo ha calado muy hondo en la sociedad, y en todos los lugares del mundo se alza una voz contra el establishment hollywoodiense que durante décadas ha encubierto casos terroríficos; Alonso tenía algo que decir y lo ha plasmado en su obra con toda la crudeza que ello conlleva. Su contundencia es de agradecer puesto que muestra una realidad que han padecido cientos de actrices. La contundencia de su mensaje se ve, eso sí, algo enturbiada por algunos giritos para mantener nuestra atención y que no siempre son efectivos o en ocasiones bordean el ridículo. Pero la tensión está conseguida; no en vano algo tendrá para llamar la atención del directo Collet-Serra, cuyas cintas de acción son el nuevo paradigma del cine de testosterona actual.

Eddie Marsan realiza una sensacional interpretación, demostrando una vez más por qué es uno de los actores secundarios más afamados de Reino Unido. Su presencia y su carácter contradictorio (y por ende muy humano), hacen ganar enteros a un film que podría haber sido muy distinto con el actor equivocado. Imperdonable lo desaprovechado que está Richard Brake, cuyo rostro representa el terror puro, aquí es usado de forma que no casa en absoluto con lo que estamos acostumbrados a ver de él: en el mainstream es más conocido por interpretar bajo kilos de maquillaje al Rey de la Noche en Juego de Tronos, pero también ha sido un actor predilecto del cine de Rob Zombie, y por su emblemática aparición en Mandy.

En resumen: una ópera prima bien dirigida, con sus fallos de novel pero con tensión suficiente para mantener latente el interés durante su hora y media de metraje. Si es capaz de perdonar los giros de guion, algunos forzados, la película se deja ver.

 

 

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