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Felices 140

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Con un reparto de lujo Felices 140 representa un cambio interesante dentro de la filmografía de Gracia Querejeta (15 años y un día/2012, Siete mesas de billar francés/2007 o Héctor/2003[1], por citar algunas). Directora madrileña con una visión muy humana pero social al mismo tiempo; y un cuidado especial a sus personajes, a los que nunca deja perdidos sino que los cuida y los llena de matices que terminan atravesando los fotogramas. Hija del fallecido y admirado Elías Querejeta, nos regala una interesante propuesta que no solo resulta un muy digno producto comercial que gustará sino que nos invita a una reflexión muy pertinente en los tiempos de crisis de hoy, ayer o mañana. ¿Es la crisis social y económica expresión de una crisis honda personal en donde ya no se valora la amistad, la familia o el amor?

Felices 140 cuenta la historia de una veterinaria (Maribel Verdú) que cumple 40 años, a la que le ocurre algo inesperado que cambiará su vida y la de los que le rodean. Decide celebrar su cuadragésimo cumpleaños con sus amigos más íntimos en una casa rural donde poder celebrarlo y darles la gran noticia. Durante la cena empiezan a contarse qué es lo más importante que les ha sucedido en ese año; cada uno comparte sus acontecimientos más relevantes, cuando ella suelta la gran bomba: le han tocado en la lotería 140 millones de euros. A partir de ese instante se nota un cambio, como un punto de inflexión, que estructura la película quizás en dos partes. Un punto de inflexión no solo para la historia sino también para unos personajes interpretados con una gran finura y profesionalidad. Vale la pena destacar a Eduard Fernández y a Maribel Verdú que, con sus miradas contenidas, consiguen mostrarnos el cielo y el infierno que llevan dentro. La mirada de una conciencia ante la cuál no todo vale igual ni es lo mismo.

El ritmo de la película es bueno aunque tienen momentos complicados en donde el espectador quizás se salga de la película; concretamente por la incursión, a modo de documental, de una serie de secuencias en donde vemos a los mismos personajes pero mirando a cámara y como explicándonos qué ha sucedido o quiénes son. En este sentido recuerda a El Lobo de Wall de Street (2013), en donde aparecen personajes mirando a cámara contándonos alguna moraleja o dato adicional. En este caso no resulta necesaria dicha información, pues se desprende de las acciones mismas de los personajes; sin embargo, sí que resulta útil e interesante para transmitir al espectador ese toque de informativo televisivo y hacer aún más cercanos a unos personajes que, desgraciadamente, pueden resultar tan familiares. Y también comparte con la película de Scorsese esa mirada mercantilista de la persona y la realidad en donde no parece haber hueco para ninguna esperanza. Pero a diferencia de El Lobo de Wall Street, en ésta sí que existen varios momentos en donde se percibe el conflicto ético, ese bello temblor primero justo antes de cometer el mal. En este sentido es necesario fijar la atención en el personaje de Eduard Fernández que es quizás donde más claro se perciba esta lucha interior.

Felices 140 es una reflexión sobre si el dinero da la felicidad o no. Aunque más que una reflexión es una invitación a pensar sobre ello. Una invitación muy lograda, y por lo tanto, una gran experiencia para el espectador si se deja llevar por la historia de los personajes: sus acciones y diálogos. Cuenta con un guión tan cuidado, que hace innecesarias las incursiones documentales pues restan valor al subtexto, ya que lo hacen explícito quizás sin necesidad. Ver esta película es también un test para detectar hasta qué punto tenemos dormida nuestra humanidad.

Da gusto ver cómo una directora del recorrido de Gracia Querejeta tiene ganas de lidiar con toros de este tamaño vital: la fragilidad de los vínculos como explicación de la crisis entre un grupo de amigos; grupo que hace de microcosmos de la sociedad; una sociedad líquida, como diría el sociólogo polaco Bauman, en la que se presenta un sujeto sin consistencia, vulnerable que parece andar sin sentido y termina definiéndose más por lo que logra o tiene, que por lo que es y a quién pertenece. Fundamental señalar cómo la filmografía de Gracia Querejeta respeta siempre al espectador y no trata de manipular la realidad ni de etiquetarla. Por ello podemos seguir diciendo que la factoría Querejeta poco sabe de servilismo a ningún poder ni institución y menos aún al pensamiento único.

En definitiva, una película comercial y nada vacía, que parece ser el primer paso de una nueva dirección de la directora, una dirección más arriesgada e interesante a la que no deberemos perder de vista. Insisto, la mirada final entre Eduard Fernández y Maribel Verdú es, si se me permite la expresión “oro molío”, que rompe todo intento de reducción de la persona a un mero mercantilismo y nos abre un camino nuevo, con una esperanza nueva.

 

Existimos. Incluso tras nuestras peores decisiones, ¡existimos!

 

 

 

 

 

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