Crítica
Público recomendado: Todos
Félix y el tesoro de Morgäa, apreciable cinta canadiense dirigida por Nicola Lemay (No Fish Where to Go y Private Eyes ) en la que su protagonista se embarca en inopinada contingencia marinera cuando sale en busca de su padre desaparecido.
Félix, crío de 12 tacos está convencido de que su padre, evaporado en el mar hace dos años, sigue con vida. Un día, aprovechando la ausencia de su madre, la cual parte en un crucero para descansar y relajarse, Félix buscará a su padre, un pescador que desapareció en el mar dos años antes. Telémaco no se resigna a perder definitivamente a Ulises, pues.
Su locoide aventura la hará en compañía del Viejo Tom (un pescador jubilado), Squawk (un loro de una sola pierna) y Rover (ditirámbico félido que se comporta cual peculiar cánido perro). Su viaje los llevará a la Isla de la Sombra Negra, ciudad subterránea donde se esconde tenebrosa sociedad secreta, de ribetes masónicos, liderada por el chiflado megalómano Morgäa, poseedor, en principio, de un tesoro de gran valor.
Todo recuerda poderosamente a la magna Up, película que se ganó en su día al público de todo el orbe al recrear de forma perenne e indeleble la amistad entre un niño scout y un anciano algo melancólico tras perder al amor de su vida.
En esta ocasión mayor hondura: padre e hijo. Eso sí, cinematográficamente muy lejos de la inmortal joya de Pixar: los cinco primeros minutos, hondón. Posiblemente el mejor inicio de la historia del cine. Con permiso de los Malditos bastardos de Tarantino. O, puede, de la wellesiana Sed de mal. En fin.