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Fourteen

Caratula de "Fourteen" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +17

Mara y Jo son amigas desde los catorce años, cuando eran compañeras de colegio. Ahora, frisando los treinta, cada una lleva una vida independiente en Nueva York, pero Jo tiene muchos problemas internos y externos, y muy a menudo recurre a Mara, la amiga que nunca falla.

Jo, de una inteligencia privilegiada, lleva una vida muy insensata, seguramente como forma de ocultarse sus inseguridades. Es adicta al tabaco y a menudo coquetea también con las drogas. Es como una eterna adolescente, curvada sobre sí misma, desencajada en su entorno, esperando que alguien le ofrezca un confortable lugar en la sociedad, mientras se siente incomprendida por todos. Es una mujer bien parecida y muy valiosa profesionalmente, pero, dada su falta de equilibrio personal y de formalidad en los compromisos, los trabajos le duran tan poco como las parejas.

Mara, con un sentido más pragmático, se esfuerza por progresar en el ámbito laboral, lo cual le permite, incluso, poder prestar dinero a su desatinada amiga. Aunque también cambia fácilmente de novio, su propósito es tener una familia estable.

Son dos personas, pues, muy distintas, pero unidas por una amistad que permanece incólume a través del tiempo y a pesar del difícil carácter y las inexplicables actitudes de Jo.

La puesta en escena de la película es muy sencilla, con pocos exteriores y repetición de los mismos interiores, sin duda como consecuencia de un bajo presupuesto. La cámara fija se centra en las actuaciones de las dos actrices protagonistas. Aunque ambas están extraordinarias, Norma Kuhling destaca especialmente encarnando a la caótica e impulsiva Jo. No es un papel fácil, porque debe conjugar sus rasgos depresivos con los impulsos irreflexivos de búsqueda de sensaciones. Tallie Medel, por su parte, interpreta a la fiel Mara, con la contención que exige el personaje. El resto del reparto, simplemente cumple.

Desde el principio, el espectador contempla al personaje de Jo a través de los ojos de Mara, de modo que, por una parte se identifica con la misma Mara y, por otra, su mirada sobre Jo está llena de ternura y disculpa, incluso en momentos muy descarnados y difíciles. Un tema tan sugerente y prometedor va decayendo y perdiendo interés a medida que avanza la trama. A los dos personajes les falta hondura y por tanto, no llegan a resultar atractivos ni se puede empatizar con ellos.

Si la amistad fiel es el hilo conductor de la historia, el gran ausente es el amor. Las relaciones de pareja son poco más que transacciones sexuales o, como mucho, un recurso para cubrir la soledad. A nadie puede extrañarle la deriva vital de ambas mujeres: la de Mara, más prudente y equilibrada, la de Jo, la lógica consecuencia de su alocada irreflexión.

La película destaca por el uso de frecuentes elipsis, tan bruscas que a veces más parecen meros cortes aleatorios que rompen la fluidez de la narración. Dan Sallitt abusa también de los planos alargados en exceso. Concretamente hay un gran plano general de casi tres minutos, en el que se ve un tren que llega y se detiene; paulatinamente los pasajeros van saliendo de la estación, hasta que, por fin, se reconoce la lejana figura de Mara, a la que todavía sigue la cámara mientras va avanzando por la calle. Interminable y sin sentido.

Es un film pequeño, cine independiente, sobre la amistad entre dos mujeres a lo largo de los años, puesta a prueba en circunstancias muy difíciles. El tema es atractivo, pero el desarrollo pronto defrauda. Y a uno le entran ganas de volver a ver la oscarizada película de Fred Zinnemann Julia (1977) y adentrarse en una relación de amistad con auténtica hondura humana.

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