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Ghadi, sobre ángeles y demonios

Caratula de "Ghadi" (2013) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Ghadi es una pequeña perla oriental. Opera prima de Amin Dora ha representado a Líbano en los Oscar del 2014 a la Mejor Película Extranjera, aunque luego no fue nominada. Esta oda a las personas con discapacidad, en su simplicidad, es toda una invitación a ser buena gente. Narrada como un cuento oriental con sus ingenuidades, exageraciones e inverosimilitudes toca al espectador, no solo haciéndole sonreír, sino recobrándolo para la dulzura y bondad.

En El Mshakkal, un barrio de un pueblo libanés vive Leba, un maestro, artista silencioso, que logró superar el tartamudeo, y que se ha se casado con la bella Dora, a pesar de la dura competencia de Gerard, el chico guapo y ambicioso del lugar. Sus gentes variopintas se pueden colocar en diferentes grados entre la generosidad y la mezquindad. Una novedad irrumpe en el barrio, por fin nace el tercer hijo de la pareja, en este caso un chico, aunque tiene síndrome de Down. Contó asumir le decisión pero el matrimonio y sus dos hijas lo experimentan como un regalo para la familia. No pasa lo mismo con los vecinos, los gritos de Ghadi, normalmente sentado en la ventana de su casa, vuelven locos a todos, que terminan por ver en él una especie de maldición. Llega el momento en que se conjuran para lograr el internamiento de Ghadi. Sin embargo, Leba, el padre-maestro, tiene un plan.¿Y si su hijo fuera verdaderamente un ángel? Con esta misión se forma una extraña compañía, Karkar el tonto del pueblo , Lello un homosexual peluquero y un negro emigrante que no termina de ser aceptado.

La galería de personajes funcionan como estereotipos, aunque Amin Dora logra darles cierta personalidad: el barbero usurero, el comerciante aprovechado, la prostituta, el aspirante a político o la soltera amargada. Su comportamiento da juego para introducir el humor en las señas de lo cotidiano. La presencia de Ghadi, con sus gritos día y noche, saca a relucir la mediocridad que margina a los diferentes por su discapacidad. Parábola de la discriminación. Pero la mentira del padre viene en auxilio del pequeño Ghadi. El pueblo crédulo comienza a ver en él un ángel, que misteriosamente realiza milagros. Aunque éstos de vez en cuando necesitan un empujón.

El ambiente religioso rodea la vida de la gente de El Mshakkal, se reúnen en la iglesia para murmurar, hacen poco caso del cura aunque siempre tienen a Dios en su boca. Y además llevan en su código genético una cierta tendencia a la superstición.

Más allá de la comedia, la moraleja apunta a que todos somos discapacitados por uno u otro motivo. Ésta es una poderosa razón para aceptar las limitaciones de los otros. Además, a pesar de todo, hemos de contar con los ángeles que pueden visitarnos. Probablemente de forma sorprendente, los reconocemos porque sus alas son de cartón, sus cantos están grabados y su rostro tiene los rasgos del síndrome de Down.

Resumiendo, cuando aparece el distinto y el débil emerge lo mejor de los seres humanos. Los mezquinos se hacen bienaventurados y hasta puede ser que los ángeles sean mediadores de lo sobrenatural.

Desde el punto de vista espiritual resuena toda vida en su dignidad trascendente, los milagros que sacan lo extraordinario de cada persona, las acción divina en las mediaciones humanas, la alianza de los pequeños que cambia el mundo y la gracia de la conversión desde el fondo inocente de cada ser humano.

Indicada como antídoto para pesimistas y como inyección de optimismo para los discapacitados del mundo, entre los que probablemente también te encuentras tú, amable lector.

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