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Gladiator II

Crítica

Público recomendado: +12

El género del péplum ha dado grandes tardes de gloria tanto en pantalla grande como en la pantalla pequeña, ofreciéndonos títulos tan conocidos como Ben Hur, La túnica sagrada, El Coloso de Roda, Jason y los argonautas, Espartaco o la más reciente 300 sobre los espartanos, guiados por el rey Leónidas, que se enfrentaron al ejército persa en la batalla de las Termópilas.

El caso es que Ridley Scott se enfunda el traje centurión para dirigir la secuela de la exitosa Gladiator, protagonizada por el lusitano (el extremeño de Trujillo) Russell Crowe, cambiando el reparto en esta ocasión. Este elenco lo encabeza el dúo de la “cal”, formado por Paul Mescal y Pedro Pascal, al que acompañan Denzel Washington y la danesa Connie Nielsen.

El cineasta británico es un realizador de campanillas, recordado por Black Hawk derribado, Blade Runner o Alien, pero también por sus películas de corte histórico bien ambientadas y bien documentadas hasta cierto punto, pero no por las mejores fuentes, ya que a veces está influenciado por la leyenda negra en contra de España o por las novelas de Walter Scott, que son maravillosas, aunque no siempre busquen la verdad histórica.

Algunos críticos de cine dicen que el nivel de esta producción es inferior. En mi modesta opinión esta cinta me parece más redonda, pues con el poso del anterior film se ha contado una historia más sólida bajo el amparo de Máximo Décimo Meridio y su lema: fuerza y honor.

El argumento gira en torno a un númida, llamado Jano, que se convierte en gladiador tras ser derrotado en la batalla con la obsesión de enfrentarse al general Acacio.

A pesar de los chirriantes “anacronismos”, pues algunos gestos y conversaciones parecen impropios para la época, la película en su conjunto es muy entretenida. El realizador guarda el equilibrio necesario entre drama, acción e intriga. Las batallas como siempre en Scott están magníficamente rodadas y, por lo visto, en pocas tomas a un ritmo endiablado tanto en las escenas más dinámicas como las más estáticas.

La interpretación de Pedro Pascal y la de Connie Nielsen está a la altura de grandes actores, al igual que la química que forman entre ésta y Paul Mescal. El valor de la maternidad queda patente en una emocionante escena, mostrado como el más potente de los amores terrenos. Por otra parte, todos sabemos que en Roma se practicaba una religión politeísta. Sin embargo, esa madre se acerca a la Trascendencia cuando hace referencia a su padre Marco Aurelio como pidiéndole ayuda, pues parece ser el referente moral en ese periodo histórico como ha resaltado el escritor español Santiago Posteguillo en una de sus novelas históricas.

Finalmente, el valor del matrimonio como la unión de una sola carne queda patente en el primer tramo del largometraje. De alguna manera se hace referencia al perdón y a la importancia de, cuando los gobernantes están al borde del delirio, la necesidad de dar un paso adelante para enfrentarse a la tiranía. El emperador Caracalla, que existió en la realidad, llegó incluso a nombrar a un animal, un mono, como cónsul del Imperio Romano, olvidándose de los sufrimientos de los ciudadanos más desfavorecidos, lo que va en contra de la búsqueda  del bien común y la actitud de servicio que debía ser la señal de identidad de los políticos.

Víctor Alvarado

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=-P4Vfj0Pu_o

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