Crítica
Público recomendado: +16
Llega a nuestras pantallas la nueva película de la ilustre directora polaca Agnieszka Holland, actual presidenta de la Academia de Cine Europeo. Green Border participó en la sección oficial del Festival de Cine de Venecia, obteniendo el Premio Especial del Jurado.
Green Border cuenta la historia de varios personajes que se encuentran en un concurrido paso fronterizo entre Bielorrusia y Polonia: una psicóloga que se une a un grupo de activistas interesados en ayudar a los inmigrantes, una familia siria que huye de la guerra, un profesor afgano y un joven agente fronterizo.
Green Border es una de esas películas que llaman “necesarias”, adjetivo que se usa para indicar que toca un tema socialmente relevante. En un momento en que se está cuestionando la política migratoria en toda Europa, y con el auge de partidos políticos que plantean restricciones más duras, Agnieszka Holland pretende sacudir la conciencia del espectador, al mostrarle el drama que sufren las personas que se ven obligadas a emigrar.
Tratándose de una directora de esta talla, huelga decir que su empleo de los recursos cinematográficos es muy adecuado para conseguir sus objetivos: con una adusta fotografía en blanco y negro y una inquieta cámara al hombro, Holland consigue transmitir una impresión de realidad e inmediatez, con un tono casi documental; en ciertas escenas Holland asume incluso la posición de la cámara que llevan los activistas, con lo cual los refugiados hablan mirando directamente al objetivo: al espectador, al fin y al cabo. La directora consigue comunicar la idea de que lo que se está contando es la más pura actualidad. Al mismo tiempo, en otros momentos emplea movimientos de cámara y encuadres intencionados (muchas veces usando amplios planos de los espacios en que se mueven los personajes) para enfatizar ciertos sentimientos, acercándose más al melodrama, y conseguir emocionar al espectador por medios más tradicionales.
Quizás el mayor problema de la película sea la falta de matices y sutileza. No cabe duda de que el tema tiene la suficiente potencia para impactar, y precisamente por eso se agradecería que Holland no hubiera recurrido a los brochazos y a un cierto maniqueísmo a la hora de describir la situación y los distintos personajes. Existe una intencionalidad política además del interés humano, claro, y la política siempre acaba contaminando el arte, venga del lado que venga.
Aún así, estamos ante un buen ejercicio cinematográfico de una de las directoras con más prestigio de la industria europea, y con un tema que pide nuestra más profunda reflexión.
Federico Alba.