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Greenland: el último refugio

Caratula de "Greenland: el último refugio" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Greenland: El último refugio es la nueva película de Ric Roman Waugh, director de El mensajero y Objetivo: Washington D.C.. Narra el viaje de una familia (Gerard Butler, Morena Baccarin y Roger Dale Floyd) que, en el advenimiento de un asteroide que se prevee extintor de la humanidad, es seleccionada por una suerte de llamada gubernamental como parte de los que deben ser supervivientes y con ello fundadores de la nueva humanidad de la que resurgirá la Tierra de sus cenizas.

La película plantea una cuestión neurálgica: ¿qué pasa si el mundo, con todas sus estructuras, se ve amenazado de un día para otro? ¿Qué prevalece en esta circunstancia? Ante esta pregunta se deducen sus debates morales: ¿abandonarías a tus vecinos si eres un elegido para fundar la “nueva humanidad” mientras que ellos no han sido seleccionados? ¿Abandonarías a tu familia si tampoco fuera seleccionada? ¿Seguirías un protocolo ya acordado en frío de normativas y burocracia por el que seleccionar quién entra y quién no? Greenland nos pone el mundo (Estados Unidos) patas arriba, y a partir de ahí lanza las preguntas; o directamente las respuestas.

Durante el relato, acotado y estructurado para que la calma sea lo último que perdamos como espectadores de esta crisis, se lanzan a bocajarro las respuestas morales que querríamos no tener que imaginar, o que quizá es tarde para seguir perpetuando como parte de un discurso humanista de valores postizos. Vehiculando la trama, una burocracia absolutamente diabólica pone a personas como títeres seleccionando a más títeres que entran o no en el juego de la “perpetuación de la raza humana”, y lo último que sobrevive es la solidaridad o el sentido común. Una vez la película deja clara que es la humanidad la que se condena a sí misma con su forma de responder al advenimiento de un apocalipsis, solo queda proclamar que, si hay algo que hace que el mundo siga girando, son “tipos buenos”. Existe algo de luz en esta propuesta; intentar ser mejores personas no está de más, pero la balanza narrativa está desequilibrada en Greenland, que sirve el mensaje a fuerza de aspartamo.

A nivel visual, la película garantiza bombardeos, humareda y ciertos momentos de tensión, que pueden hacer el trayecto más ligero, aunque el relato tampoco brilla en estructura climática. Greenland puede dejarse ver, pero lo más interesante que trae son las preguntas que esperemos que no dispersen las explosiones, la violencia y sus terrores, ni las pretendidas respuestas que ofrece.

 

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