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Gringo: se busca vivo o muerto

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes y adultos

Aunque dé la nota, porque rara vez se reseña al principio de una crítica otra labor que no sea la del director y actores, tengo el gusto de alabar la inventiva de Anthony Tambakis y Matthew Stone por escribir el guion de Gringo: Se busca vivo o muerto, una película en la que asistimos placenteramente a un sinfín de ocurrencias de ambos guionistas que ha sabido visualizar en la pantalla el actor, doble y director australiano Nash Edgerton (The Square, Spider…), que cuenta, entre otros con la “comehombres” Charlize Theron (Prometheus, En el Valle de Elah, En tierra de hombres…), en el papel de una directiva inmisericorde para quien se cruce en su camino.

Como este talante lo vemos desde el principio —Elaine-Theron mantiene una velada relación sexual en la oficina con su socio Richard (Joel Edgerton:  El regalo, Gorrión rojo, Exodus…)— no desvelamos nada que el director del filme lo quiera dilatar para más tarde. Ambos tendrán que parar sus contactos íntimos para atender la llamada de uno de sus empleados desde México, que pide socorro porque está metido en un asunto nada baladí.

El subsodicho es Harold Soyinka (David Oyelowo: Nina, Lincoln, Interstellar…), un nigeriano afincado en EE.UU que ha viajado al país centroamericano para reunirse con los directivos de una empresa de México D.F. con la que tiene acuerdos comerciales la de Richard y Elaine.

Pero los acontecimientos no suceden como Harold esperaba, a los que hay que añadir planteamientos oscuros de sus jefes y otros asumidos por su mujer. Unos y otros le dejan descompuesto en un país que no es el suyo y que, además, es muy peligroso, como relatan todas las crónicas periodistas de los últimos años, con asesinatos, secuestros, bombas, feminicidios…

A partir de la desolación que experimenta Harold —lo que podríamos designar en refrán castellano como de “perdidos al río”— comienzan a ocurrírsele y a sucederle acontecimientos tan inverosímiles como extremos al cariacontecido “gringo”, para mayor “inri”, negro. Aluvión de experiencias límites por obra y gracia de los dos guionistas, que ha concretado competentemente Nash Edgerton en la pantalla.

Así, el montaje es espléndido pues se enhebran escenas sacadas de las inventivas chisteras de Tambakis y Stone. El resultado: no hay descanso en la galería de personajes a cada cual más patibulario: aparecen el mayor capo de la droga mexicana y sus esbirros, los encargados del hotel de “mediopelo” donde se aloja Harold, versión “light” de los anteriores (dicho sea de paso, los mexicanos no quedan nada bien), el hermano de Richard, que abandona transitoriamente su ong en África para atender el requerimiento de aquel, por el cual obtendrá beneficios suculentos.

En este “corral de Monipodio”, se ha vertido el talento que se precisa para disfrutar en el cine. Las peripecias donde se juntan facinerosos (también la “tiburona” Eleine) de cualquier condición social, entre los que Harold representa la candidez más curricular, devienen en ocurrencias gratificantes. Y el “gringo” negro se subirá obligatoriamente a este carro para cursar un máster superacelerado de “nadar y guardar la ropa”, sin perder su candidez y honestidad.

En este sentido, una de las escenas más “rompedoras” y surrealistas es la que tiene con el hermano de Richard, que viene a sacarle las “castañas del fuego”. En ella, Harold intentará convertir al exmarine al cristianismo, el cual abandonó al trocarlo por un humanismo voluntarista, el que desarrolla en África para dar de comer a sus habitantes.

En definitiva, Gringo: Se busca vivo o muerto es una tan agradable como estrambótica caja de sorpresas de la cual surge la sonrisa en las situaciones más horripilantes y que sorprende continuamente por su imaginación para proponer giros en la historia,. Más claro, pero no más alto: Uds. mismos.

 

 

 

 

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