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Habemus Papam

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Tras un reñido cónclave sale elegido Melville, un cardenal casi desconocido que no figura en ninguna de las quinielas. Antes de que se haga público su nombre en el balcón de San Pedro, el nuevo Papa sufre un ataque de pánico y un bloqueo psicológico que impiden que se pueda dar a conocer la identidad del nuevo Pontífice.

Los cardenales, perplejos, acaban recurriendo a un famoso psicólogo freudiano, que resulta ser ateo, y que encarna el mismísimo Nani Moretti. El director y actor italiano Nani Moretti, famoso por sus comedias sarcásticas y por sus dramas de hondura, aborda uno de los proyectos más difíciles de su carrera: hacer una comedia amable en torno a la elección del Papa tras la muerte de Juan Pablo II.

Sólo un cineasta italiano es capaz de hacer la cuadratura del círculo. Que un ateo, radical de izquierdas y de talante militante como Moretti, haga una película sobre las intimidades vaticanas de un cónclave, y lo haga con la suficiente ternura y simpatía como para no herir a nadie, es algo que sólo una tradición cinematográfica grandiosa como la italiana es capaz de lograr. Sólo un italiano pudo hablar del proletariado como lo hizo De Sica, sólo un italiano pudo mostrar los campos de concentración nazis como lo hizo Benigni, sólo un italiano supo reflejar a los desheredados de nuestra sociedad como lo hizo Fellini. Respecto al cine religioso sólo los italianos son capaces de hacer las mejores series de televisión sobre santos que se han hecho nunca, precisamente en la época de más laicismo desde que existe el cine.

Que Moretti no simpatiza con la Iglesia es algo que deja muy claro a través del personaje que él encarna; que aprovecha la película para decir que la Iglesia debe cambiar y ser más tolerante, también es algo evidente. Pero también lo es –y este es el milagro italiano- que es tanta la ternura de su mirada que se impone sobre los tics ideológicos del director. Dicho esto, sin embargo, hay que aclarar que la película no es redonda, es irregular, y que tras un comienzo muy prometedor, va decayendo hasta un tramo final sin duda decepcionante. Y todo esto debido a un guión que, partiendo de una idea brillante, no sabe rodearla de un esqueleto consistente, y se traduce en una cadena de episodios, a veces de gags, que van desdibujando el hilo dramático del film.

El tono es el de una comedia italiana clásica, inverosímil y surrealista desde el principio, pero sin duda con brillantes momentos de sana hilaridad. Basta citar cuando se va la luz en el cónclave y un cardenal centroeuropeo da con sus huesos en el suelo; o la primera entrevista entre el Papa y el psicoanalista; o las partidas de cartas entre cardenales. Ciertamente algunas situaciones demuestran un profundo desconocimiento de cómo son realmente los eclesiásticos y cómo funcionan las cosas en la Iglesia, siempre más normales de lo que habitualmente se piensa. Aún así, las deformaciones son infinitamente menores que las que vemos en muchas producciones hollywoodienses. Sobre todo se ignora que el Espíritu Santo es un factor real en la vida de la Iglesia. El retrato que hace de los cardenales está muy lejos del tenebrismo que se descubre en otras filmografías, Moretti los pinta humanos, divertidos, campechanos,… aunque seguramente con exceso de simpleza e ingenuidad.

Muy interesante es el concepto en el que se basa realmente el conflicto dramático del film: ¿es Freud incompatible con la fe? ¿Es la existencia del alma incompatible con la existencia del inconsciente, como afirma un cardenal en la película? En este punto Moretti está más anticuado que la Iglesia, que hoy acepta sin demasiados problemas muchos elementos –obviamente no todos- de las concepciones psicoanalíticas de la personalidad. Por todo ello el film convence más en su gestión de la comedia que en los temas que presenta de fondo, algo trasnochados y poco realistas. En cualquier caso, cómo agradeceríamos contar en la izquierda española con Pasolinis y Morettis de turno que dieran más importancia a lo humano que a lo ideológico.

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