Crítica
Público recomendado: + 18
En Hasta que la muerte nos separe, Marina (Belén Cuesta) es una treintañera que se gana la vida organizando bodas. A pesar de ello, Marina no es nada romántica, vive una vida sin compromisos y confiesa no haberse enamorado nunca.
Una noche conoce a Carlos (Álex García) en una boda y se acuestan juntos, un affaire más para ella y una situación complicada para él. Carlos tiene novia, Alexia (Silvia Alonso), compañera de la infancia de Marina. Cuando Alexia descubre la tarjeta de visita de Marina en el bolsillo de Carlos, este le propone matrimonio para evitar tener que dar explicaciones y Marina se convierte en su wedding planner.
Dirigida por Dani de la Orden, director de películas como la reciente Litus y El mejor verano de mi vida y de la serie Élite, esta cinta constituye un remake español de la película francesa La wedding planner (Reem Kherici, 2017). El guion, de Olatz Arroyo, Marta Sánchez y Eric Navarro, varía poco con respecto al original, aunque, al incluir un reparto y toques de humor españoles, el resultado es más atractivo.
Ni Carlos ni Marina son capaces de ser sinceros con Alexia, lo cual deriva en situaciones rocambolescas que alargan el conflicto sin demasiada fuerza hasta incluso en el desenlace final de la película. No obstante, sí es cierto que el carisma y la gracia demostrados de Belén Cuesta y la presencia de grandes secundarios como Gracia Olaya, Antonio Dechent, Adrián Lastra, Leo Harlem, Antonio Resines, Ernesto Sevilla, Jordi Sánchez o Malena Alterio, proporcionan bastantes momentos divertidos y ayudan a salvar la parte cómica de la película.
Efectivamente, Hasta que la muerte nos separe se enmarca dentro del espectro de la comedia romántica, del estilo narrativo de la screwball comedy. Este género de comedia americano fue muy popular en los años 30 y 40 y ofrece a los espectadores tramas ligeras, de risa fácil, con líos amorosos, que al mismo tiempo incluían cierta crítica social.
Sin embargo, en un intento de reflejar parte del discurso de algunos miembros de la sociedad actual, esta cinta muestra escaso amor y romanticismo, con diálogos a menudo ordinarios. De este modo, no resulta fácil desear que ninguna de las dos parejas posibles acaben juntas, probablemente también porque el desarrollo de los personajes, sobre todo el de Carlos, no es elaborado y a veces no se entienden demasiado sus actitudes.
En este largometraje existen pretensiones de reflexión en torno a las relaciones superficiales, que perviven por mera inercia y ante la falta de sinceridad entre las personas, pero son expuestas con la extrema levedad que caracteriza a la película y sin ofrecer ejemplos de lo que conlleva el amor verdadero.